La desigualdad en la participación laboral (vista desde la economía feminista)
Este artículo se propone hacer una breve reflexión sobre lo que implica pensar las brechas en la participación laboral de hombres y mujeres desde la economía feminista Para comprender ello, sugiero algunos aspectos conceptuales y de información a los que prestar atención para entender mejor la desigualdad de género en el mundo del trabajo del Perú actual.
La economía feminista pone en cuestión algunas de las premisas de la economía como es entendida actualmente de manera mayoritaria. La primera idea que nos propone es una comprensión más amplia de la economía, una donde la esfera monetaria y no monetaria, el trabajo remunerado y no remunerado se entiendan dentro del mismo sistema. Para Antonella Picchio,1 economista feminista italiana, comprender el trabajo asalariado supone abordar también el trabajo de reproducción o doméstico. Ella afirma que la incapacidad de incluir el trabajo de reproducción en un marco analítico adecuado ha llevado a la invisibilización de la relación producción-reproducción que caracteriza el sistema capitalista.
Por otro lado, la economista feminista uruguaya Alma Espino2 señala una segunda premisa, las diferencias entre los sexos en cuanto a la participación en el empleo responden a sus desiguales posibilidades de elegir, marcadas a su vez por las obligaciones domésticas, así como por las normas y valores sociales y culturales que las sostienen. La mayor presencia femenina en el trabajo no remunerado, de reproducción, con relación a los varones sería, por tanto, la principal desigualdad entre los géneros e impacta en la participación en el mercado remunerado.
La economía feminista señala que es la economía neoclásica la que disoció de manera radical la relación producción-reproducción, dejando el trabajo doméstico fuera del ámbito económico; mientras que los economistas clásicos daban cabida en su análisis del mercado tanto a los aspectos productivos como reproductivos, y no solo en términos biológicos, sino sociales. Los clásicos reconocieron el rol de las mujeres en la crianza y el cuidado familiar y sus implicancias para la producción. Para Picchio, la concepción de los clásicos, más compleja, suponía el concepto de "salario de subsistencia", es decir, el salario en función de su capacidad de sostener la vida, y el concepto de valor de las mercancías, vinculado a la productividad del trabajo.3
Así, las tareas de cuidado han sido asociadas a una supuesta "naturaleza femenina" proclive al cuidado y no como una actividad de reproducción social, productora de bienestar, con lo cual, remarca Espino, se ignora su importancia económica y su evidente relación con la esfera del mercado. La mano de obra se presenta a cumplir su jornada de trabajo con la ropa limpia, el almuerzo y el cuidado de sus hijos garantizado. El haber adjudicado históricamente el trabajo de reproducción a las mujeres supuso que ellas compensaran la insuficiencia de los servicios públicos y los efectos destructivos del mercado laboral, además de ubicar a la familia como lugar de tensión para su resolución.4 En tiempos neoliberales de abandono del estado de prestaciones sociales, la salud y los espacios de cuidado, y de trabajo precario, esto solo agrava la situación de las mujeres. Por eso, la apuesta política de Picchio es ubicar la reproducción en el centro del análisis del mercado laboral, por lo que plantea un retorno del salario en base a los costos de reproducción (modelo clásico).
En ese sentido, la primera idea mencionada, la necesaria comprensión de la relación mercado- reproducción, ayuda a dilucidar qué deberíamos entender por trabajo. Para Espino, el trabajo debe distinguirse del empleo por tres motivos. El primero es que la interacción de ambos condiciona a hombres y mujeres de forma diferente. El segundo es que esta distinción sirve para delimitar el aporte económico global de las personas y en particular el de las mujeres. Y el tercero es porque resulta indispensable relacionar empleo y trabajo para comprender el empleo femenino. La economía feminista apuesta por recuperar la dimensión del trabajo más allá del trabajo remunerado, reconociendo al trabajo doméstico no remunerado -categoría clave- su carácter de trabajo.
El trabajo y su relación con la reproducción ha sido abordado desde diversas escuelas y enfoques económicos. El enfoque feminista-marxista visibilizó la importancia del trabajo doméstico para la reproducción de la fuerza de trabajo, así como las relaciones de poder entre el trabajo remunerado y no remunerado, pero no fue igualmente capaz de evidenciar el conflicto dentro del hogar (Benería, 2005). En esa medida, para Espino resulta más útil entender las determinantes de la oferta laboral, pues lo que busca mostrar la economía feminista es que el valor del trabajo, dada la división sexual del trabajo en el hogar, está influido por las diferentes demandas que se ejercen sobre el tiempo de las mujeres en el hogar, lo cual las lleva muchas veces a priorizar el Trabajo Doméstico No Remunerado (TDNR) en desmedro de mercado laboral.
Los estudios de género y mercado de trabajo -cuyo análisis va más allá de la maximización individual de utilidades- distinguen entre los factores subjetivos y objetivos. Con relación a lo subjetivo, las mujeres otorgan distinta importancia al trabajo remunerado en relación a su vida familiar, a los cuales según Espino deben sumarse los tiempos de embarazos y crianza que impactan en el desarrollo laboral. La propuesta para abordarlo es por ello un "modelo de negociación familiar" donde el ingreso de cada miembro familiar es un argumento separado en la ecuación de oferta, donde la oferta de trabajo de las mujeres es más sensible a sus propios salarios que la de los hombres, ya que deben seguir realizando trabajo doméstico, y donde la presencia de niños -negativa- y la escolaridad -positiva- serían las variables que más inciden en las horas de trabajo que la mujer decide ofertar.
Las últimas décadas han mostrado un aumento sostenido de la fuerza de trabajo femenina, sin embargo, la incorporación de las mujeres sigue marcada por una menor cantidad de horas trabajadas, menor remuneración que los hombres, distribución diferente por ocupación y sectores, y diferentes ritmos de promoción profesional. Las mujeres necesitan credenciales educativas significativamente superiores para la misma oportunidad de empleo, en promedio 4 años más para la misma remuneración y dos años más para un empleo formal. Por ello podemos concluir que la posición subordinada de la mujer y su desventaja en el mercado están estrechamente relacionadas con su posición subordinada en la familia y en la sociedad.
Para la economía feminista los beneficios de la reproducción son fundamentales para el mercado, pero, como recuerda Espino, las responsabilidades domésticas que sirven a estos objetivos penalizan a las mujeres en el mercado laboral.
En el Perú en el año 2010 se hizo la primera y única Encuesta Nacional del uso del tiempo- ENUT5 que permite ver las brechas entre varones y mujeres en cuanto a los tiempos dedicados al cuidado y la reproducción. Los resultados nos indican que las mujeres dedican casi 25 horas más que los varones al TDNR. Los hombres dedican al trabajo remunerado 50h38m a la semana, frente a un 36h25m de las mujeres; mientras que en el trabajo doméstico no remunerado (que incluye labores como cocina, limpieza, arreglos, compras, cuidado de infantes, personas con discapacidad o enfermedad permanente, tercera edad y enfermedades temporales) la relación es de 15h53m de dedicación semanal de los varones frente a un 39h28m de las mujeres.
La encuesta del uso del tiempo se aplica a la población de hombres y mujeres desde los doce años, y es posible ver cómo la brecha va creciendo con la edad y alcanza su pico entre los 30 y 39 años donde es de 33h50m semanales vs. 17 horas. Hay también importantes diferencias entre mujeres de acuerdo con su estado civil, el trabajo de cuidado se duplica en las unidas a diferencia de las solteras. El desigual número de horas dedicado al trabajo doméstico no remunerado, como lo indica la economía feminista, es clave para entender las formas de participación, la mayor presencia de mujeres en el empleo informal, independiente y de baja calificación, y por ende de menores ingresos.
Como cada dos años, el MTPE publicó en 2017 el "Informe anual 2016 la mujer en el mercado laboral peruano.6 El informe inicia señalando una ralentización en el cierre de brechas en el último quinquenio 2012-2016 con relación al anterior 2007-2011. La tasa de inactividad de las mujeres creció en 11% vs 5% del periodo anterior, es decir más mujeres optaron por no entrar al mercado de trabajo remunerado. Ello nos permite identificar el impacto diferenciado de las crisis o la disminución del crecimiento en términos de género.
La primera gran brecha de género en la Población en edad de trabajar (PET) la vemos en la inactividad, es decir aquellas mujeres que están fuera del mercado de trabajo y no buscan empleo (jubiladas, estudiantes, amas de casa, etc.). La tasa de actividad de los varones es de 81.2% y las mujeres 63.3%, es decir casi 4 de cada 10 mujeres no están en el mercado del trabajo remunerado. La brecha empieza a ampliarse alrededor de los 20 años coincidiendo con el periodo de fecundidad.
El informe de 2016 no profundiza en la situación de los jóvenes, pero el de 2014 señala que, dentro de la inactividad, donde se presentan las brechas de género más preocupantes es en el grupo denominado NINI (ni estudia ni trabaja). Del total de jóvenes de 15 a 29 años, el 20,7% de los inactivos corresponde a este grupo, 27% de las mujeres jóvenes vs.14.6% de los varones . De acuerdo con un informe de OIT 20147 el 24.4% de jóvenes (15-29 años) tiene hijos, 15.9% en el caso de los varones mientras que esa cifra llega al 32.7% en las mujeres. El embarazo adolescente y joven, que continúa escalando, impacta negativamente en el proyecto de vida de estas mujeres y en sus procesos de capacitación e ingreso al mercado de trabajo en igualdad de condiciones que los varones.
Aunque no menciona a la economía feminista, el informe del MTPE parte de reconocer que la comprensión de la oferta ha estado dominada por una lectura neoclásica sobre los efectos de sustitución e ingreso. Plantea que las mujeres no tienen que decidir solo entre el ingreso producto del trabajo (remunerado) y el ocio, sino que deben sumar a la ecuación la producción de bienes domésticos.
El informe se propone identificar las variables que más inciden en la probabilidad de que las mujeres participen en el mercado de trabajo y las horas que dedicarán a este.8 El modelo indica que el estado civil y el número de niños menores de seis años son las variables que actúan de forma negativa en dicha probabilidad. El número de enfermos solo tiene impacto significativo entre aquellas mujeres que tienen secundaria incompleta o menor educación y que por ende tienen menos posibilidades de reemplazarlo con cuidado privado . La mayor edad y mayor educación aumentan las probabilidades de que una mujer ingrese al mercado de trabajo.
La siguiente brecha de género se aprecia en las horas que la mujer dedicará al trabajo remunerado. El modelo propuesto identifica como variable significativa para ambos grupos el estado civil, y el número de hijos menores de seis años solo para las de mayor educación. Es el TDNR, mucho mayor en las mujeres y que se incrementa al cambiar de estado civil -conviviente o casada- y tener hijos, el que explica en buena medida la participación en el mercado laboral.
El TDNR influye en las horas de trabajo remunerado, pero también impacta en los tipos de trabajos a los que las mujeres acceden. De acuerdo con el informe 2017 el 35% de mujeres labora como independiente, no profesional o no técnica. El 42% en el área de servicios y el 25% en el comercio, ambos sectores de alta informalidad y bajos ingresos. La tasa de empleo informal en las mujeres alcanzó el 75.1%; ello indica que el empleo informal resulta funcional a las dificultades que enfrentan las mujeres frente al trabajo remunerado, ya que al ser flexible en horarios y tiempos; posibilita flexibilidad en horarios y tiempos; en algunos casos la posibilidad de realizar sus labores en compañía de sus hijos a cambio de trabajos mal remunerados y sin derechos laborales. No es casual que las mujeres busquen trabajos de tiempo parcial en condiciones de informalidad, o entren y salgan del mercado de trabajo permanentemente, todo ello está vinculado a sus dificultades de conciliarlo con el TDNR.
Este breve panorama debe ayudarnos a cuestionar la comprensión del acceso de las mujeres al trabajo de calidad, hoy el 74% de mujeres ocupadas lo está en trabajos de mala o muy mala calidad (con bajos niveles de remuneración, sin estabilidad laboral, ni reconocimiento de beneficios de protección social, jornada laboral excesiva) y a abordarlo desde políticas que incluyan la conciliación y cuestionen los roles de género dentro de las familias. Frente a ello no existe política pública intersectorial, solo tímidos, focalizados e insuficientes esfuerzos como Cuna Más o algún instrumento sobre conciliación sin mayor impacto ni recursos. En un año electoral podemos también demandar propuestas desde los gobiernos locales y regionales en servicios de cuidado o programas laborales que incorporen a las mujeres más allá de oficios tradicionalmente identificados como femeninos. Si queremos superar el machismo y la desigualdad este problema debe abordarse de manera profunda e integral, visibilizando las desigualdades entre hombres y mujeres dentro del hogar y fuera de este, identificando el rol que debe cumplir el estado, la comunidad, pero también los empleadores, y usando un enfoque de género que valore los aportes del feminismo, un enfoque que algunos quisieran que desaparezca.
Footnotes
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"El trabajo de reproducción, tema central en el análisis del mercado de trabajo" en Carrasco, C, Borderías, ed. Las mujeres y el trabajo: rupturas conceptuales. ICARIA, Madrid: 1994. ↩
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"Perspectivas Teóricas sobre género, trabajo y situación del mercado laboral latinoamericano" en Esquivel, et. al. La economía feminista desde América Latina: Una hoja de ruta sobre los debates actuales en la región, Creative Commons, República Dominicana, 2012. ↩
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"Un enfoque macroeconómico «ampliado» de las condiciones de vida" en Cristina Carrasco ed. Tiempos, trabajos y género. Jornadas organizadas por el grupo de investigación de la Universidad de Barcelona "Treballs, institutions i gènere". Universitat de Barcelona, 2001. ↩
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La apuesta política de Picchio implica un retorno del salario en base a los costos de reproducción (modelo clásico) lo cual permitiría ubicar la reproducción en el centro del análisis del mercado laboral (1994: 461). ↩
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http://www.unfpa.org.pe/publicaciones/publicacionesperu/MIMDES-INEI-Encuesta-Nacional-Uso-Tiempo.pdf ↩
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http://www.trabajo.gob.pe/archivos/file/DISEL/2016/INFORMES/informe_anual_mujer_mercado_laboral_2016.pdf ↩
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"Transiciones en el mercado de trabajo de las mujeres y hombres jóvenes en el Perú". Elaboración Rosa Ana Ferrer Guevara. Lima. OIT 2014. ↩
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Para ello separan a las mujeres en dos grandes grupos en base al nivel educativo, el primero con primaria o secundaria incompleta o aún menor educación formal y el segundo con secundaria completa o mayores niveles de educación. ↩