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Internacional

La disputa estratégica entre China-Estados Unidos

La disputa estratégica entre China-Estados Unidos
Encuentro entre Xi Jinping y Joe Biden en Bali en 2022. Foto: Ministerio de Asuntos Exteriores de la República Popular China.

Desde inicios del siglo, el vertiginoso ascenso económico de China ha provocado una creciente tensión en las relaciones entre Beijing y Washington; bajo la presidencia de Trump se pasó a calificar al gigante asiático como el principal competidor estratégico de Estados Unidos. Con Joe Biden en la Casa Blanca las tensiones no han cesado, al punto que algunas voces pronostican un desenlace bélico ineluctable antes del 2025. ¿Qué posibles escenarios se prevén de esta confrontación, determinante en el futuro devenir de la humanidad?

¿Cómo llegamos aquí?

El acelerado proceso de modernización de la sociedad china empezó a ser un tema de inquietud a mediados de los noventa, cuando Estados Unidos lanzó como una inicial política de contención económica y militar el “pivote hacia Asia”. Abandonando los principios del libre comercio, Washington buscó con el TPP, un acuerdo comercial excluyente para intentar contener el pujante ascenso de China, que para esos años se acercaba a convertirse en la segunda potencia económica mundial.

La relación comenzó a deteriorarse en la segunda década del siglo XXI, pero es sobre todo con la administración Trump que se acelera. Los analistas internacionales han resaltado al respecto un variado número de factores comerciales, financieros y diplomáticos. Algunos se relacionan con los cambios en el poder relativo entre los dos países tras la crisis financiera mundial de 2007-2008, cuando ya se observaba una innegable tendencia a un pronto desplazamiento de los Estados Unidos como la primera economía mundial. Según las estadísticas de organismos internacionales, si utilizamos el PIB en paridad de poder adquisitivo, China ya ocupaba el primer puesto mundial desde el 2014 y se vaticina que el 2026 Beijing desplazará definitivamente a la economía americana.

La guerra comercial que se inició el 2018, cuando el expresidente Trump impone aranceles por 50 mil millones de U$ dólares a los productos chinos, en busca de reducir el déficit comercial y la extrema dependencia de la economía americana del dragón asiático, es sólo la parte visible de los profundos desequilibrios estratégicos que se están produciendo entre ambas superpotencias. Otro factor fundamental del deterioro de las relaciones y del alarmismo frente a China. es, sobre todo, la veloz y sorprendente modernización del Ejército Popular de Liberación (EPL) en los pasados quince años.

De un Ejército campesino del Pueblo a unas Fuerzas Armadas de clase mundial

El EPL tiene características muy particulares que lo distinguen de otros ejércitos en el mundo. Son las fuerzas armadas de la República Popular China, pero al mismo tiempo “el brazo armado” del Partido Comunista chino (PCCh), bajo el comando de su Comisión Militar Central presidida por el secretario general del Partido, actualmente el presidente Xi Jinping.

Desde los años ochenta, el EPL inició un proceso de modernización para dejar de ser una vasta fuerza terrestre formada en la estrategia de la guerra popular y convertirse en una fuerza armada más reducida, tecnológicamente avanzada y diversificada, con la creación y fortalecimiento de las ramas de la Marina, la Fuerza Aérea y la Fuerzas de Misiles. A partir de 1998, en los libros Blancos sobre defensa nacional, la República Popular China empieza a transparentar sus decisiones en materia de su política de defensa. En el año 2004, luego del 16 Congreso del PCCh, se propone como objetivo para el EPL, la doble misión de mecanización e informatización de sus fuerzas militares. Sin embargo, pese a estas decisiones, según estimaciones de un think tank de la India, en el año 2010 menos del 1% de las empresas privadas de alta tecnología estaban envueltas en proyectos relacionados a la defensa nacional.

Es con la ascensión de Xi Jinping, el año 2012, que China se lanza a un acelerado proceso para llevar la revolución tecnológica al sector de defensa, coordinando a las empresas privadas y estatales de nuevas tecnologías con la industria militar china. En el libro Blanco de la defensa nacional del 2015, se plantea el objetivo de fortalecer al EPL: “mediante la implementación del pensamiento de Xi Jinping con tres objetivos estratégicos”: conseguir su mecanización con mejoría informática en 2020; completar la modernización de la defensa nacional y el ejército en 2035, y “transformar plenamente las fuerzas armadas del pueblo a unas fuerzas de clase mundial para la mitad del siglo XXI".

En el Libro Blanco sobre defensa nacional del 2019 se insiste en que la matriz operativa de la nueva "Revolución en Asuntos Militares" se centra en la "aplicación de tecnologías de punta como la Inteligencia Artificial, la información cuántica, los Big Data, la computación en la nube y el Internet de las Cosas", como la prioridad número uno, donde vemos como la guerra moderna evoluciona en su forma hacia una guerra informática e inteligente.

Los resultados de esta política se han plasmado en una serie de dominios que muestran el extraordinario proceso de modernización del EPL, que lo han convertido ya en una fuerza armada de clase mundial. Pese a que China en varios dominios está aún por debajo del poderío militar de Estados Unidos o Rusia, los resultados alcanzados en tan poco tiempo son admirables. Ha superado a Estados Unidos en unidades de combate naval y acaba de lanzar su tercer portaviones, el Fujian, construido completamente con tecnología propia. Posee una flota aérea con aviones caza furtivos de quinta generación, de la serie Chengdu J-20; cuenta con un arsenal de misiles hipersónicos 5 Mach + de corto, mediano y largo alcance así como con una variedad de vehículos, aéreos, terrestres y navales, guiados por IA. Desde el 2020 posee una red de comunicaciones cuánticas, imposible de espiar, así como un ordenador cuántico superconductor, el Zu Chongzhi 2, que es mucho más potente que su predecesor y diez millones de veces más rápido que el ordenador cuántico de Google, la Sycamore.

Estos avances militares y tecnológicos han sido resaltados en un informe de marzo de 2023 por la ASPI (Australian Strategic Policy Institute). El informe señala que China ha sentado las bases para convertirse en la superpotencia científica mundial. ASPI indica que China supera a Estados Unidos y al resto de los países en 37 de 44 tecnologías clave para la innovación y el crecimiento en áreas como defensa, la exploración espacial, robótica, biotecnología, tecnología cuántica e inteligencia artificial. El informe subraya que: “a largo plazo, la posición de liderazgo de China en investigación significa que se ha posicionado no solo para destacar en el desarrollo de la tecnología actual en casi todos los sectores, sino también en las tecnologías del futuro que aún no existen". Esta tendencia a la supremacía china en las nuevas tecnologías es una dinámica profunda e irreversible, por más políticas de contención que estados Unidos aplique en contra de Huawei, TikTok o la prohibición de la exportación de microprocesadores; China tiene construida una sólida capacidad propia para superar estos y otros obstáculos en un futuro próximo.

La reciente quiebra del Silicon Valley Bank expone el fin de la dominación de Silicon Valley sobre el mundo de las nuevas tecnologías. Esto que era una realidad desde hace algunos años, con este acontecimiento de alto valor simbólico, refuerza el giro definitivo del centro de la innovación tecnológica y de la economía mundial hacia Asia.

Acelerar la emergencia de un mundo multipolar

El conflicto bélico en Ucrania a partir de la agresión de Rusia ante los avances de la OTAN hacia sus fronteras, ha radicalizado la confrontación geopolítica a nivel global. Desde la perspectiva china, la política de sanciones económicas a Rusia, muchas contrarias al derecho internacional, ha despertado la necesidad de pensar en “el peor escenario posible” y en la urgencia de avanzar en un orden internacional multipolar, con aristas paralelas al sistema internacional dominado por Occidente.

Los estrategas chinos han entendido muy bien que un conflicto geopolítico en la era de la globalización es una “guerra sin límites”, como lo analizaron Quia Liang y Wang Xiangsui, dos coroneles del EPL en 1999. El terreno de batalla está en todas partes, en la economía, la información, la tecnología, la diplomacia, etc. La República Popular China ha realizado un esfuerzo gigantesco para modernizar sus fuerzas armadas y alcanzar un nivel defensivo disuasorio ante cualquier agresión externa, además de garantizar la reunificación pacífica de Taiwán.

La expulsión de Rusia de la arquitectura financiera mundial, concretamente el sistema SWIFT, ha acelerado el proceso de desdolarización que ya estaba en curso. Si en el 2001 el dólar era la moneda del 73% de las reservas mundiales, el 2022 era sólo del 47% y se predice que para el 2024 caiga al 30%. Esto, en paralelo con los crecientes acuerdos comerciales en monedas nacionales entre países del Sur global, está acelerando este proceso de la economía mundial. Ello significa que el dólar no dejará de ser una moneda de referencia mundial, pero lo será dentro de una canasta de monedas de otros países. La “militarización” del dólar para imponer sanciones y asfixiar la economía de países “desobedientes” queda completamente en jaque, como lo reconoció lamentándose el senador halcón Marco Rubio.

En el terreno diplomático, los BRICS se preparan para incluir a nuevos miembros en su próxima reunión en Sudáfrica; hay 19 países en la lista de espera. Lo más importante es que, en conjunto, ya superan el PBI de los países del G7. Su Banco de Desarrollo, ahora presidido por Dilma Rousseff, con unas reservas de 100 mil millones de U$, se ha convertido en un serio rival del BM y el FMI. Se acaba así la imposición de políticas de ajuste estructural para saquear a las economías del Sur global.

Las recientes noticias sobre el comercio exterior chino nos muestran otro cambio geopolítico irreversible. Señalan que su comercio con los países de Asia central, el sudeste asiático y los BRICS, supera en cuatro veces lo que exporta a los Estados Unidos. y es mayor al conjunto de sus exportaciones con los países del G7. China se deshace así de su dependencia económica de los países occidentales y espera tranquilamente eventuales nuevas sanciones económicas, recientemente anunciadas por Jack Sullivan, consejero de Seguridad Nacional de la administración Biden, que serían adoptadas en la próxima cumbre del G7 en mayo en Tokio.

China guía su estrategia geopolítica por las máximas de Sun Tzu: "La mejor victoria es vencer sin combatir", "ésa es la distinción entre el hombre prudente y el ignorante". Aunque en Washington, los halcones que persisten en la quimera de defender un mundo unipolar bajo su batuta siguen siendo una fuerza dominante en la política americana, también hay sectores realistas que buscan un reacomodo al ineluctable orden mundial multipolar en marcha. Hace unas semanas, el general M. Milley, presidente del Estado Mayor conjunto de los Estados Unidos, declaró ante una comisión del Congreso, que aunque Rusia y China son una amenaza, “una guerra con ellos no es inevitable, ni inminente”. Confiamos que esta laboriosa transición a un nuevo orden mundial multipolar, que seguirá caracterizada por momentos de alta tensión, podrá culminar evitando una catástrofe nuclear que pondría fin a la civilización humana tal como la conocemos.

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