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Internacional

El ascenso del Dragón Rojo

El ascenso del Dragón Rojo
voachinese.com

China es hoy reconocida como la segunda superpotencia mundial en una acelerada carrera por convertirse en la primera antes de mediados del siglo XXI, relegando a los EEUU a un segundo lugar y provocando un terremoto geopolítico en el fragilizado sistema de relaciones internacionales que heredamos de la 2da Guerra Mundial. Esta competencia colosal entre ambas superpotencias es la que marca hoy día la escena mundial. Las ondas del choque se sienten a nivel global y crecientemente también en la región. ¿Cuáles son las oportunidades y desafíos para el Perú y América Latina en este combate de gigantes? Esa es la pregunta que intentaremos abordar en este breve ensayo.

¿Capitalismo de Estado o Socialismo con características chinas?

Cuando en diciembre de 1978, en el 3er Pleno del XI Comité Central del PC chino, Deng Xiaoping consiguió que se aprobara la política de reformas económicas y apertura al exterior, nadie se imaginaba el futuro económico grandioso que le esperaba a China 40 años más tarde. No había ninguna idea clara del camino a seguir, por ello el consejo de prudencia de Deng Xiaping de “cruzar el rio palpando las piedras”. En sintonía con el pensamiento pragmático chino, había que experimentar, aprender, abandonar el pensamiento dogmático, descartar lo que no funcionaba y generalizar lo que daba buenos resultados económicos. En la mente de Xiaoping el único referente era la NEP, que había conocido en 1927 durante su paso por una escuela de cuadros en Moscú. Cuenta un anécdota que en 1979, en su único viaje a los EEUU, Xiaoping había solicitado al gobierno americano gestionar una cita con Armand Hammer, el “industrial rojo” que había vivido en la URSS entre 1921-1930 y había conocido personalmente a Lenin, para conversar con este sobre la NEP.

Este gigantesco salto económico, que ha transformado en 40 años un país socialista básicamente rural en la 2da superpotencia mundial, sacando de la pobreza a más de 700 millones de personas y creciendo durante 30 años a tasas de 10% anual, es algo inédito en la historia de la humanidad y es motivo de análisis y estudios que hoy en día llenan bibliotecas enteras y no están exentos de presupuestos ideológicos, sobre todo después de la disolución de la URRS en 1990 y la expansión de la globalización económica bajo una hegemonía neo-liberal. Mayoritariamente, se busca presentar los éxitos de China como producto del capitalismo, minimizando o negando sus rasgos y su adscripción a la tradición socialista.

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Xi Jinping  . Foto: kremlim.ru</em>

Así, China es descrita como un “capitalismo rojo” o un “capitalismo de estado” en donde la única referencia al socialismo es para criticar su sistema político como “totalitario”. Esta es la posición confortable en la que se posicionan los medios hegemónicos occidentales e incluso sectores de la izquierda. No se trata de tener una posición acrítica o seguidista a todo lo que sucede en China, pero para cualquiera que quiera entender imparcialmente la sociedad y los éxitos económicos de China, es más que evidente que no son el Consenso de Washington, ni las recetas del FMI, las que han catapultado este milagro económico.

Sin pretender convertirse en un modelo para otros países en desarrollo, el gobierno chino prefiere hablar de un “socialismo con características chinas”. Reinterpretando la tradición de la NEP en la URSS a los nuevos tiempos, el gobierno chino ha utilizado las inversiones externas, los métodos de gestión capitalista y la dinámica del mercado para desarrollar su economía, siempre con un norte socialista. Las industrias estratégicas y el sector financiero están principalmente en manos del Estado y los actores económicos compiten en el mercado pero bajo las directivas establecidas por el gobierno y el PC chino en los planes quinquenales.

Este increíble desarrollo no ha sido producto de la “mano invisible” del mercado, o de la captura del Estado chino por grandes grupos empresariales; es una obra gigantesca resultado de la dirección y coordinación del gobierno y del PC chino, plasmada en sus planes estratégicos de desarrollo.

Problemas y desafíos del desarrollo chino

Este impresionante enriquecimiento no se ha realizado sin perjuicios para el PCCh y la sociedad china. Uno de los más importantes problemas ha sido la extensión de la corrupción en la administración pública y en las altas esferas del gobierno. El caso más emblemático fue el de Bo Xilai, ex miembro del Buró Político, acusado de corrupción y de complicidad en el asesinato de un empresario británico, condenado a cadena perpetua. Pero lo más preocupante para la seguridad y defensa de la soberanía nacional han sido los casos de corrupción en los altos mandos del Ejército Popular de Liberación, EPL.

En China, la dirección del EPL está en manos del PCCh, no del Gobierno. Diversos casos de corrupción han comprometido a miembros del EPL; el más sonado ha sido el del general Guo Boxiong, que hasta el 2012 fue uno de los presidentes de la poderosa Comisión Militar del PCCh que dirige el EPL. La lucha frontal contra la corrupción ha sido una de las razones del ascenso de Xi Jiping a la cúpula del PCCh y es un objetivo que continuará como una tarea permanente a riesgo de fragilizar y desacreditar el liderazgo y la legitimidad del PCCh en su gestión del gobierno.

El crecimiento de las desigualdades es otra dimensión importante que ha trastornado completamente la sociedad china en los pasados 40 años y que es una amenaza a la estabilidad social y al desarrollo equilibrado del país.

En 1978, al inicio de la reformas económicas, el coeficiente de Gini era de 0.16 lo que hacía de China un de las sociedades más igualitarias del mundo. Dos años más tarde en 1980 el Gini ya había crecido a 0.30, alcanzando un máximo de 0.49 el 2012. Aunque el 2017 ha disminuido a 0.46, sigue siendo un porcentaje muy alto que marca bien la gran diferencia entre la riqueza de la China urbana de las zonas costeras y la pobreza, que todavía persiste en las zonas rurales del interior. Reducir esta profunda brecha económica es una de las tareas pendientes del PCCh para poder seguir reclamándose de la tradición igualitaria del socialismo.

El aumento de la contaminación ambiental ha sido otro de los más grandes perjuicios naturales y sociales que ha provocado el acelerado proceso de industrialización de China. Hasta hace unos años Beijing figuraba como la 3era ciudad más contaminada del mundo. Es reconocido internacionalmente que el gobierno chino ha realizado esfuerzos gigantescos para enfrentar este grave desastre ecológico. China está hoy a la vanguardia del desarrollo de tecnologías verdes y tiene como objetivo alcanzar a ser en los próximos años una economía más ecológica y sostenible. Signataria de los acuerdos sobre el Cambio Climático de Paris, este esfuerzo de China, cuya población representa una quinta parte de la humanidad, es algo a tomar seriamente en cuenta. Como señala Rafael Poch de Feliu en su libro sobre China, ahora que los EEUU se han desentendido completamente de sus responsabilidades sobre esta crisis ecológica, el futuro de la humanidad dependerá de lo que haga o deje de hacer China en este terreno.

El irresistible ascenso del Dragón Rojo

Según un confidente anónimo, el Secretario para la Defensa Patrick Shanahan, en su primera reunión con su equipo civil de trabajo al reemplazar al General Jim Mattis a inicios del presente año, habría señalado que en su gestión había que focalizarse en “China, China, China”. El vertiginoso ascenso de China tomó por sorpresa a la mayoría de analistas internacionales confiados en que su poderío recién se manifestaría a mediados de siglo. Pero la crisis financiera del 2008 alteraría estos pronósticos.

Algunas cifras pueden darnos una idea de la magnitud de lo sucedido. En los pasados 10 años, luego de la crisis económica del 2008, la economía china creció 139%, la de la India 96%, los EEUU 34% y la de la Unión Europea -2%. Si a esto le sumamos el error geopolítico mayor cometido por los EEUU luego de la disolución de la URSS, cuando el lobby neo conservador, básicamente vinculado a la industria petrolera, privilegió una ambiciosa y brutal reconfiguración del Medio Oriente, donde según Stiglitz los EEUU gastaron una suma faraónica (entre U$ 500 mil millones y U$ 2 billones de dólares) sin obtener ninguna ventaja significativa, facilitando así el retorno de Rusia y el acelerado crecimiento de China.

El desconcierto ante esta situación se lee no sólo en las palabras de Shanahan sino sobre todo en las profundas divisiones que desgarran a la élite americana: TPP si/Trump no, acuerdo con Irán si/Trump no, acuerdo de Paris si/Trump no, etc, etc. Mientras China piensa en décadas y ya tiene claros sus objetivos hacia el 2049, centenario de su Revolución, los EEUU piensan en plazos electorales, sin ningún consenso estratégico, enfocados solamente en confabular para contener de cualquier manera a China. ¿Lo podrán lograr?

Monroe recargado

En un reciente encuentro sobre la Franja y la Ruta, gran proyecto de globalización impulsado por China, Enrique Dussel Peters de la UNAM, uno de los mejores especialistas en las relaciones China-América Latina, señalaba la sofisticación y complejidad de esta interacción, no siempre favorable para nuestra región. Creciente déficit comercial, agravado por una reprimarización de nuestras economías (sólo 3% del total de nuestras exportaciones a China tienen valor agregado medio o alto), sumado a una ausencia de política conjunta de la región para enfrentar estos desbalances.

Debemos tomar conciencia además, que China es más importante comercialmente para A.L que viceversa. (La inversión China en AL representa sólo el 8.5% de su inversión mundial.) En el Foro CELAC-China del 2014 se acordó una agenda de desarrollo de largo plazo para intentar superar estos desequilibrios, crear cadenas globales de producción con mayor valor agregado y potenciar nuevos sectores: turismo, textiles, electrónica, etc.

El ascenso de China pudo haber sido la oportunidad para (a) reforzar el multilateralismo en la gobernanza mundial con un mayor protagonismo internacional de nuestra región en los asuntos globales, (b) abordar conjuntamente las graves amenazas del cambio climático, (c) buscar una relación de beneficio mutuo en el gran proyecto de la Franja y la Ruta. La agudización del conflicto geopolítico global entre los EEUU y China, ha hecho volar por los aires estas posibilidades al convertirse AL en un nuevo terreno de su titánico enfrentamiento.

Con un monroísmo recargado, belicoso y amenazador, los EEUU están buscando barrer la presencia China en la región. En la pasada reunión del G20 en Buenos Aires, los EEUU manifestaron su desacuerdo con que Argentina o Brasil aceptaran inversiones chinas o rusas en obras de infraestructura. En Venezuela, China, detrás de Rusia, se ha manifestado firmemente en contra de las amenazas de intervención y en defensa de la soberanía venezolana. El irresponsable alineamiento incondicional de nuestros países con la política anti China de los EEUU, hará cada vez más insostenible, como lo presenciamos en Brasil, la posibilidad de mantener una política de cuerdas separadas con Beijing lo que tendrá graves consecuencias económicas para la región.

Tras el informe Muller, que despeja los intentos de “impeachment” a Trump, crecen las posibilidades para su reelección en noviembre del 2020, por lo que debemos prever que este peligroso enfrentamiento geopolítico no bajará de intensidad en los próximos años, y que puede incluso empeorar. El desmontaje de las instituciones soberanas de integración y la subordinación de la mayoría de países a los dictados de los EEUU, nos condenan, por ahora, a la marginalidad y la irrelevancia política en este crucial momento de la historia.

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