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Internacional

“Es la mayor reorganización espacio-temporal de Eurasia desde Genghis Khan” —Entrevista a Manolo Monereo

“Es la mayor reorganización espacio-temporal de Eurasia desde Genghis Khan” —Entrevista a Manolo Monereo
Foto: Facebook de Federación de Trabajadores en Construcción Civil del Perú

Este es un extracto de la entrevista a Manolo Monereo realizada por Martín Martinelli durante el IV Congreso Internacional de Geografía Regional Eurasia: el mundo bajo nuevas coordenadas, realizado en mayo de 2023.

¿Realmente estamos ante una tercera guerra mundial?

Quisiera empezar con una cita de Halford MacKinder, que en general no se ha traducido bien. Una traducción literal diría lo siguiente “Cuando nuestros estadistas estén en conversación con el enemigo derrotado, algún alado querubín debería susurrarle de tiempo en tiempo lo siguiente: quien domina la Europa Oriental controla el corazón continental, quien domina el corazón continental controla la Isla mundial, quien domina la Isla mundial controla el mundo.” Esta vieja cita tiene mucho que ver con los problemas que estamos teniendo en el mundo y que específicamente tenemos en Europa. Se trata de la relación concreta entre Europa y Eurasia, que al final es la relación entre Alemania y Rusia. Este es justamente el gran problema estratégico del mundo anglosajón, que heredaron Gran Bretaña y Estados Unidos: impedir, costara lo que costara, una alianza entre Alemania y Rusia.

Yo no creo que estemos ante el inicio de la tercera guerra mundial. Creo que las posibilidades que se abren para la misma están creciendo exponencialmente. Estamos cada vez más cerca, por una razón muy fácil de entender: para Rusia la cuestión de Ucrania es existencial, en ella se le va la vida, no sólo como Estado sino que como cultura y civilización. Para Estados Unidos no es existencial, pero es determinante para mantener su hegemonía. La guerra en Ucrania, la guerra de la OTAN contra Rusia, y la guerra, al fin y al cabo, entre occidente y Oriente, es muy importante porque si la perdiera Estados Unidos, sería la constatación definitiva de su pérdida de hegemonía a nivel mundial.

Como dijo el secretario general de la OTAN no hace mucho tiempo, el mayor riesgo es que gane Rusia, los otros riesgos son secundarios. Desde esa perspectiva, estamos viviendo al filo de la navaja. Ahora bien, llevamos más de un año de guerra en Ucrania y las cosas han ido cambiando muy rápidamente. No hemos reflexionado lo necesario por la velocidad de la vida y la acumulación de noticias de las que no somos capaces de tomar nota.

La primera cuestión a señalar es que han fracasado las medidas de emergencia económica contra Rusia puestas en práctica por la OTAN y Occidente. No es que no hayan tenido efecto, pero han fracasado en su elemento fundamental. Ese es un dato enormemente significativo porque por primera vez está naufragando una estrategia de Estados Unidos para acabar con Rusia y postrarla, derrotándola.

Muy unida, la segunda cuestión es que el proceso de desdolarización ha avanzado muchísimo. Las medidas contra Rusia o aquellas contra China no logran los resultados que buscan. Los ataques sistemáticos a sus monedas, a sus tipos de intercambio y a la libre circulación de capital y mercancías, no son determinantes, lo que está significando un proceso de crisis de la hegemonía del dólar, lo que son palabras mayores para Estados Unidos. La hegemonía del dólar y su expansión militar son la misma cosa, una financia a la otra. El enorme poder militar de Estados Unidos se basa en el poder económico del dólar y sin éste, no es posible aquel. La tercera, es muy seria, porque estamos ante la centralidad de China. Pekín es ahora algo así como la Meca. El cuarto tema es el acuerdo entre Arabia Saudita e Irán, que tiene una proporción geopolítica enorme.

¿Por qué?

Porque la isla del mundo tiene mucho que ver con una Eurasia ampliada, que es uno de los tres pernos que la están reconstruyendo. China, Rusia e Irán están reorganizando Eurasia y están arribando a nuevas relaciones con Arabia Saudita. Y todo el mundo tiene que ver con el Oriente Medio, que es uno de los núcleos fundamentales del poder económico, energético y militar de Estados Unidos.

Hay otro elemento, también nuevo, relacionado con las cosas que empieza a hacer Lula o que ha hecho Fernández en Argentina, que ante la polarización entre Estados Unidos, China, Rusia y la OTAN, se dan cuenta de la ventana de oportunidad que ello supone y que les da mayor capacidad de maniobra, mayor autonomía. Hay como un aire nuevo en las relaciones internacionales, donde la multipolaridad que emerge significa mayor posibilidad de defender los intereses estratégicos de cada uno de los países, en definitiva mayor soberanía.

Una de las muchas cosas positivas que tiene este conflicto para Rusia, es que se han podido quitar de en medio a los oligarcas y están construyendo un nuevo tipo de país, un tipo de capitalismo de Estado ampliado y desarrollado. Su enorme crecimiento industrial en estos años es relevante en la relación interna de fuerzas, en sus capacidades operativas y en la demostración, finalmente, de que las sanciones no tienen para ellos el costo que Estados Unidos y la OTAN habían programado.

China por su parte, evidencia su nueva centralidad, defendiendo paradójicamente una globalización que le ha sido beneficiosa, frente a un Estados Unidos que está rompiendo con la propia globalización que crearon como el gran proyecto del nuevo siglo americano. Entre otras cosas, estamos frente a una transición muy complicada hacia un mundo multipolar. Recién comienza pero está haciéndolo aceleradamente.

¿Cómo crees que han sido los cambios respecto de China y Rusia en su alianza y en el caso de la creación de la Organización de Cooperación de Shanghai en 2001 y las demás organizaciones que lideran? ¿Hasta qué punto Estados Unidos los empujó a asociarse?

Ahora mismo 19 países quieren ingresar en los BRICS. Se convertirán en un polo económico político de grandes dimensiones. Eso tiene una enorme importancia, que he llamado la nueva centralidad de China como potencia pacificadora, que da seguridad y estabilidad a unas relaciones internacionales donde Estados Unidos aparece como una especie de matón de barrio, como una fuerza que continuamente provoca guerras y derrotas, que genera monstruos que no es capaz de controlar. De manera acelerada, está luchando por no perder la hegemonía en el mundo. Viven además una guerra civil latente, un conflicto interno que se vio claramente durante el mandato de Donald Trump y que se ha hecho más evidente con el de Biden. En Estados Unidos, la élite dominante vive la situación con un gran dramatismo.

Estados Unidos sabe que su hora ya ha llegado, que su hegemonía en el mundo está acabando. Tendría posibilidades de negociar ese fin y llegar a un nuevo arreglo internacional, pero lo que va a hacer es intentar impedir que su hegemonía entre en declive y usará todo el poder que tiene en esta batalla política central. Por eso yo he hablado de la posibilidad de una tercera guerra mundial. Si Estados Unidos tiene que aceptar un alto al fuego en Ucrania y ésta pasa a ser parte de Rusia, será una tragedia fuerte para la élite ucraniana, pero supone decirle al mundo que Estados Unidos ya no es lo que fue y que pasa a ser uno más en un planeta que cambia aceleradamente.

Estamos en un mundo que cambia aceleradamente y que lo está haciendo en sus puntos nodales. El Órgano de Cooperación de Shanghái, el nuevo impulso a los BRICS, la presencia de Dilma Rousseff en su Banco de Desarrollo, la presencia económica activa de Rusia y China en África, van mostrando eso. Y para las élites dirigentes africanas, latinoamericanas y asiáticas que todavía no tienen el poder suficiente para enfrentarse a Estados Unidos, es posible aprovechar este diferendo, esta contradicción entre Rusia y China por un lado y Estados Unidos por otro, para posicionarse e intentar sacar provecho y beneficio de un mundo que definitivamente está cambiando de base.

¿Cuál es tu lectura de la actualidad en África y en América Latina?

En América Latina la situación es un poco más compleja. Esta segunda oleada de gobiernos progresistas es menos clara que la primera, menos definitoria y más complicada. Parecería que, por un lado, en todas partes, las derechas han aprendido la lección de la fase anterior y se han hecho cada vez más duras. Promueven políticas claramente liberales, subalternas de Estados Unidos y poniendo en cuestión democracia, derecho y libertades.

Por otro lado, unas izquierdas más débiles, ahora se dice que más pragmáticas, que buscarían algo así como crear un frente democrático. Sin poner en cuestión la hegemonía norteamericana. Esa tarea es la que va a realizar Lula en este momento y ya le ha llevado a tener cierto enfrentamiento con Estados Unidos. Él no desaprovechará, como tampoco lo hizo Bolsonaro, la posibilidad de una alianza con los BRICS para mejorar la situación económica de Brasil, que buena falta hace.

El medio ha cambiado y Estados Unidos va dando señales de que no está dispuesto a tener problemas en su patio trasero. Parecería que en muchos lados hay una izquierda muy moderada y una derecha súper extrema que roza el fascismo o simplemente un autoritarismo de corte conservador casi neoligárquico. Parecería que la izquierda retorna, pero sin proyecto alternativo, sin programa y esperando que especialmente Lula ilumine la posibilidad de un nuevo camino insertando América Latina en el nuevo mundo que lleva años emergiendo y que se vuelve muy actual y presente y que, de una u otra forma, nos va a estar gobernando los próximos años.

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