Noticias de una generación perdida
Sobre “Saldando cuentas pendientes”, de Juan Pablo Villanueva
Entre el entusiasmo y la suspicacia
La sola noticia de la aparición de Saldando cuentas pendientes: las bandas olvidadas del underground peruano 1990-2010 (Entes anómicos/ Anarcrítica, 2023) ha causado dos tipos de reacción. Por un lado, entusiasmo por una publicación que ofrece explorar un período poco atendido, de límites temporales porosos, en un extremo opacados por la densidad de la memoria del ciclo punk de los ochenta y en el otro por la proximidad de la experiencia de las décadas de 1990 y 2010, contada desde la memoria de las y los integrantes de los proyectos1 Insumisión, Pateando tu Kara, Rupturas, Perú no Existe, Autonomía, Generación Perdida, Complot/Anfo, Irreverentes, Atrofia Cerebral, Dios Hastío, Paroximia, Dhk, Rattas Rabiosas, Morbo y Deskontento.
Por otro lado, se asoma una mirada de suspicacia por las inclusiones y exclusiones en el listado de proyectos que el libro registra, así como por la reconstrucción de algunos procesos como la gestación del colectivo Sonidos de Acción, o los entretelones de los recopilatorios Entre héroes y cobardes. Compilatorio subte limeño (1995) y Nuestro silencio ahoga sus gritos (1997).
Ambas miradas, las de entusiasmo y las de suspicacia, son señales positivas en tanto nos permiten constatar el interés en el período en términos de una disputa latente por una memoria que involucra a la ciudad, que evidencia cortes y continuidades en el campo cultural y político y que interpela a varias generaciones.2 No faltarán quienes aborden esta interpelación en términos de genealogías o tensiones ideológicas. Sin embargo, creo que también es posible abordarla en el marco de una disputa por una memoria de la ciudad, hecha de varias capas de experiencia, algunas individuales, otras comunitarias, otras más bien societales.
Noticias de una generación perdida (o dos)
Las generales de ley: son 15 proyectos que se formaron y actuaron en la década de 1990 y en la década de 2000, con base de operaciones en Lima y con al menos una grabación identificable. Este catálogo toma como eje la vertiente anarcopunk, aunque se toma algunos desvíos en esa ruta. Se recuperan en este relato hitos colectivos como la salida de materiales recopilatorios y conciertos seminales, así como algunos procesos más bien reticulares, como la reconfiguración de las bandas a partir de múltiples retornos y préstamos entre integrantes de la movida, amén de algunos clivajes (lo subte y lo post-subte, lo true y lo destroy), acentos políticos y éticos que se atraen o se repelen.
¿Qué capas de experiencia son las que se superponen en esta historia? Veamos. La experiencia social de los jóvenes en la Lima de fin de siglo y su ubicación frente al desarrollo técnico de la producción musical, del instrumental y de la capacidad de registro de grabaciones 3 y de creación gráfica, condiciones que varían dramáticamente a partir de los años noventa. También su capacidad de crear nuevos circuitos para la circulación de lo producido, o mantener los existentes,4 así como su capacidad de deglutir, apropiar o resistir estéticas e influencias creativas al margen de las tendencias mercantiles, como es especialmente el caso del grunge versión MTV y en general, de lo alternativo como una sombra que se proyectó sobre lo subte. Todo ello en el marco del enriquecimiento de las músicas urbanas por la presencia social de las regiones en Lima, que resignifican a su vez la imagen del mundo popular en Lima.5 En la convergencia de estas capas de experiencia se ubica el esfuerzo de Saldando…, y es natural que no pueda ni pretenda atenderlas si no a través de los atisbos que permite el testimonio oral de las y los protagonistas, incluyendo los baches del recuerdo y las narraciones interesadas, características de todo testimonio oral.
Es esta una historia oral que se equilibra por la abundancia de voces y las divergencias incluso al interior de cada proyecto. Ni siquiera a nivel de cada banda hay una sola versión de los hechos, menos una secuencia lineal. Muchos de los conflictos intra o inter-bandas o movidas que se aluden están diluidos por el humor, la condescendencia, la reivindicación del compañerismo, o la bruma que la intoxicación o la lejanía interponen. Salvo la enunciación de las discrepancias acerca de los bordes del período que se intenta cubrir, no existe una voz guía que sugiera un punto de vista privilegiado.
La voz del narrador aparece apenas para empujar la narración allí donde la memoria de los protagonistas se obtura o se vuelve morosa. El trabajo de archivo se hace productivo en el detalle que permite que las voces de cada proyecto, dispersas, se muestren organizadas o al menos reaccionen en torno a algunas marcas de espacio y tiempo. Se agradece que la voz del investigador narrador no entre en ese punto a la disputa y en el momento de tomar posición sobre la continuidad y la ruptura respecto a la experiencia subte de los años ochenta, simplemente baje al llano y se convierta él mismo en otra voz que testimonia, epigonal, y a la vez una de las pocas directamente agresivas que encontramos en el conjunto.
Por una memoria de la ciudad
Saldando cuentas pendientes puede articularse, como discurso y como fuente, a una memoria de la ciudad.6 Ello dependerá de ir desglosando los tiempos cortos que contiene, más allá del sufijo post. Me refiero a que este período post —post-subte, post-ochenta, post-Fujimori y aunque no se menciona directamente en estos términos, postguerra— tiene sustancia propia y diferencias significativas en cuanto a, nuevamente, la experiencia social de los jóvenes en Lima, el desarrollo técnico, la agencia sobre los medios de producción y el instrumental de creación, el diálogo con la tradición y con las estéticas de cada corriente en su circuito. Esta sociedad gruesamente concebida como post tuvo y tiene sus propios ciclos de contracción, acumulación y de abundancia económica, de desigualdad social y de represión política, transformaciones que conforman el sustrato de acción y las condiciones de posibilidad de los proyectos representados, que sin embargo aparecen por largos momentos en extremo autorreferenciales, sin contornos sociales ni políticos, atrapados en el tiempo de dedicación o desatención a la banda, de la entrada o salida de comunidades ideológicas o en las anécdotas de giras, ensayos o sesiones de grabación. La falta de índices específicos de época en la secuencia de testimonios se salvan con inserciones puntuales que narran por ejemplo el papel de la radio o algún evento específico, como es el caso del capítulo dedicado al Underfest (Campo de Marte, 1997), un festival poco reivindicado en la memoria rockera de Lima,7 pero crucial en el caso de los proyectos / bandas revisadas por Villanueva, por su efecto de encuentro y expansión de la movida.
¿Por qué ocurre esto? Esta indistinción, tanto en la memoria recuperada a través del testimonio que Villanueva activa con el archivo y con la entrevista, como en la propia construcción del libro, no tiene que ver solo con las opciones o las capacidades del investigador o con la autoconciencia de quienes testimonian. Hay de fondo una fractura histórica de cuya magnitud apenas estamos tomando conciencia para comprender la vida cultural y es la capa societal a la que quiero aludir para cerrar.
El período 1990-1993 no solo concentra hechos definitivos en términos políticos, que podrían entenderse como determinantes para una actitud frente al poder o la autoridad. En realidad se trata de un corte que descentra toda nuestra experiencia social, en todos los niveles y nos coloca frente a otra época. Es la culminación de un tránsito traumático desde una ciudad marcada por la emergencia de demandas sociales en el marco de una reforma “desde arriba”, la implementada por el gobierno de las Fuerzas Armadas, a una ciudad-escenario del conflicto armado interno, un territorio en el que al inicio de la década del noventa convergen las políticas de pacificación y el ajuste estructural neoliberal. Sólo respecto a esto último, el autor sugiere que la actividad de la movida underground puede leerse como signo de resistencia a una apariencia de normalidad social o de saneamiento económico que el fujimorismo impuso, una suerte de continuidad del profundo malestar social que marcó el paso de los ochenta a los noventa.
La rivalidad entre tendencias callejeras, barriales o musicales, la imposibilidad por mantenerse activo en un cierto proyecto, la escasez de infraestructuras y espacios colectivos de expresión para conciertos, la pérdida de ribetes contestatarios y la adquisición de rasgos nihilistas (o hasta la famosa conversión de un anarco a militante cristiano) son el correlato de la desintegración de los lazos sociales, la destrucción de un tejido económico basado en la redistribución y la creación de uno nuevo basado en la exclusión directa, la desaparición de un horizonte crítico para el artista —el problema del artista y la época, diríamos con Mariátegui— y la mudanza general de los horizontes ideológicos que hemos experimentado desde los años noventa de una manera tan salvaje que como generación y como entes activos en la cultura aún no somos capaces de procesar.
Villanueva, Juan Pablo. Saldando cuentas pendientes: las bandas olvidadas del underground peruano 1990-2010. (Entes anómicos/ Anarcrítica, 2023)
Footnotes
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Uso el término proyectos y no bandas para destacar que algunas de estas pequeñas agrupaciones no se concebían principalmente como bandas musicales, sino como expresión de un cierto activismo. Juan 'Toto' Tonayan (Autonomía) ha remarcado en la presentación del libro (Centro Social Manuel González Prada, 03-06-23) que es necesario enmarcar a las bandas como expresión de un movimiento social, antes que como iniciativas artísticas. ↩
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Véanse los comentarios que, en breve tiempo, ha ido acumulando el trabajo de Villanueva: González, A. (2023). 'Saldando las cuentas pendientes', un recorrido por el legado punk del Fujimorato. En: valenciaplaza.com. 23 de enero de 2023. Gutiérrez, F. (2023). Sonidos subterráneos a prueba de olvidos. En: El Peruano. 28 de mayo de 2023.
Mendoza, R. (2023). Historias de dos décadas de punk. En: Suplemento Domingo de La República. 16 de abril de 2023. Pereyra, J. (2023). Saldando Cuentas Pendientes: Las Bandas Olvidadas Del Underground Peruano 1990 - 2010. En: blog Apostillas desde la disidencia. Junio de 2023.
Pinzás, F. (2023). Los noventas sí tienen quien le escriba. En: Revista Ideele N°309. Marzo – Abril 2023. ↩ -
Para el subte como encarnación específica de la estética punk, Shane Greene (2017) se refiere a una tendencia de subproducción, entendida, siguiendo a Benjamin, como “una forma de producción creativa que busca ser también una política de accesibilidad artística”. Ver: Green, S. (2017). Pank y revolución: Siete interpretaciones de la realidad subterránea (Julio Durán, trad.). Lima. Pesopluma. También Riveros (2009) identifica en el tránsito entre los años 80 y los 90, una tradición de “registros musicales en condiciones precarias extremas, incluso basándose en la captura saturada de instrumentos analógicos, para ejecutar el noise más extremo posible, afirmando una forma de representación de la violencia cotidiana, reforzada por el vehemente alarido de letras de protesta, denuncia y destrucción”. Ver: Riveros, C. (2009) Reflexiones en torno a las formas de organización de las escenas rockeras alternas en Lima: La masificación de la escena subterránea. Boletín Música. Revista de música latinoamericana y caribeña. Nº 25 -segunda época. ↩
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En su estudio del período subte (1982-1992), Olga Rodriguez-Ulloa señala que “lo subte toma tácticas de organización y formas de producción de la música chicha, como la piratería y la venta ambulatoria” (p. 40) y “replica los modos de esta piratería para pensarla como un procedimiento que suspende la propiedad intelectual, que produce artesanalmente, plantea un consumo comunitario e instaura una relacionalidad alternativa (p. 58), reconociendo el contexto específico y los intercambios locales que configuran el mandato do it yourself en el caso peruano. “Esta propensión por lo pirata venía de los modos de hacer del punk, pero también de la situación local. No podemos pasar por alto que los modos de producción de la escena subterránea conviven con los modos de producción de la música chicha, que es en la época el fenómeno de música popular masivo más importante" (p. 128). Ver: Rodriguez-Ulloa, O. (2015). Pertenencias pasajeras. La escena subterránea en Perú durante los años ochenta. Latin American and Iberian Cultures. Columbia University. Sobre los circuitos de producción y reproducción ver también el trabajo de Riveros aludido en la nota previa. ↩
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Enriquecimiento conflictivo visto desde la perspectiva del intercambio cultural desigual. Es una tensión que se registra desde la década previa. En 1986, en un ensayo breve publicado en la revista El zorro de abajo, el crítico Roberto Miró Quesada advertía que “la matriz andina, presente en la cumbia andina, no da cuenta de toda la sutileza y toda la grandiosidad que significa este diálogo dramático entre occidente y el ande. Y este género musical es el que más se extiende entre la población urbana costeña migrante, que es, a su vez, la capa social que se presenta como la más vigorosa”. Es interesante que en la misma edición de El zorro… en que aparece el ensayo de Miró Quesada se reproduzca la controversia entre Pedro Cornejo y Enrique Larrea en torno a lo popular en el rock local. Ver: Miró Quesada, R. (1986). Música y cultura en el Perú. El Zorro de Abajo, No. 4, Lima. ↩
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Una memoria de la ciudad de la que participan, entre otros, esfuerzos recientes como Rock en El Agustino. Noticias de un circuito alternativo al este de Lima: 1989-1995, de Mariano Vargas (Borrador Editores, 2022); la tesis de 2019 de Ricardo Olavarría, Entre la profesionalización y el underground. Inicios de la escena metalera en Lima (1983-1989) y, antes, los ensayos de Diana Joseli “Ella entró en el bar: las mujeres en el rock peruano”, incluido en Alta tensión, los cortocircuitos del Rock Peruano, de Pedro Cornejo (Contracultura, 2018) y “80 veces 80. La memoria desde el rock independiente (subte y post subte)”, incluido en la colección de ensayos Juventud, memoria e identidad. Miradas generacionales sobre un pasado de violencia (Lugar de la Memoria, 2018). ↩
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En cuanto a festivales rockeros de los años noventa, más recordados son 50D98 (junio de 1998, Campo de Marte) o Niño Malo (abril de 1998, estadio de Miraflores), por su numerosa audiencia y cobertura de prensa. ↩