Sobre "Katatay: Políticas culturales en la historia del Perú 1821-2023", de Guillermo Valdizán
Quizá “crisis” sea una de las palabras más usadas en estos días. Es evidente que hemos llegado a un punto de dificultad donde se anhela una salida que, hacia donde se mire, se presenta esquiva. Indagando un poco en esta palabra, encontramos que su origen etimológico viene de la palabra griega krisis, ésta, a su vez, del verbo krinein, que significa separar, decidir. Esto podría interpretarse como llegar a un punto crucial que exige decisiones definitorias. Puede que sea eso lo que estemos viviendo, pero lo cierto es que, como menciona José Carlos Agüero, esta situación viene de hace mucho y podría decirse que se ha instalado como un estado constante, que nos ha sobrepasado. Así, propone hablar más bien de un colapso social. Durante una crisis, existe la posibilidad de manejar la situación y evitar consecuencias catastróficas. En estos meses, asistimos a una falla completa, resultado de las crisis que no han sido resueltas o manejadas adecuadamente.
La incapacidad que experimentamos para salir de esta situación evidencia una pérdida significativa de funcionalidad y nos muestra consecuencias devastadoras que podrían ser duraderas. No obstante, incluso en este escenario de colapso, en la propia sociedad existen fibras desde donde remontar, como también deja ver Agüero. Aún hay elementos que pueden ser la base para una recuperación. Es allí donde se instalan las recientes publicaciones orientadas a estudiar y reflexionar las políticas culturales, dada su importancia en la construcción de nuestras identidades, formas de vivir y de construir Estado-nación.
En esa línea se ubica el libro de Guillermo Valdizán, quien, desde una mirada exhaustiva de las políticas culturales en Perú, desde la Independencia hasta la actualidad, sumada a su experiencia en la militancia política y su trabajo en el diseño y ejecución de políticas culturales, nos ofrece una mirada panorámica, pero no por ello menos atenta y crítica. Nos invita a asumir las políticas culturales, no sólo como leyes y regulaciones para gobernar, sino también como “mediaciones de poder” que moldean la historia, el Estado y los proyectos nacionales; es decir, “en la compleja relación entre el Estado y la sociedad civil”.
En sus tres capítulos, el libro se apoya en la organización histórica propuesta por Sinesio López y en herramientas teóricas provenientes del marxismo de vertiente gramsciana, para detenerse en momentos clave de la historia. Bajo este enfoque, identifica y sitúa las políticas culturales dentro de las dinámicas históricas, sociales y económicas. Así, muestra cómo ellas expresan proyectos de nación de distintos grupos sociales en pugna, algunos de los cuales son absorbidos o concretados por los aparatos estatales. En esta lectura, son los proyectos e iniciativas de movimientos de clase, populares e indígenas, los que el autor busca resaltar debido a su impacto significativo en la manera en que la cultura y las identidades han sido reconocidas. No obstante, también identifica otros proyectos que no necesariamente siguen este camino, y más bien han generado políticas alternativas con sus propias agendas y valores.
Sin un afán de generar una camisa de fuerza, pero sí de organizar y orientar lecturas, Valdizán clasifica las políticas culturales de sectores populares en tres categorías: defensivas, ofensivas y autónomas. Es precisamente en esta clasificación que se permite identificar y evidenciar el rol activo de los movimientos de clase, populares e indígenas, que han presionado y desafiado al Estado en pos de la preservación de sus culturas, así como de la búsqueda del reconocimiento de la diversidad cultural como un elemento central de nuestra identidad nacional. Esto se ha reflejado principalmente en políticas que promueven la inclusión y la valoración de sus lenguas, tradiciones y prácticas culturales. A la par, no se deja de lado cómo estos movimientos han utilizado el arte, la música, y otras formas de expresión cultural como herramientas de activismo y resistencia, logrando una disputa del poder y de su administración en los espacios políticos y culturales.
Desde una perspectiva más personal, surge la necesidad de seguir investigando las llamadas políticas autónomas, particularmente aquellas vinculadas a los pueblos indígenas y otras comunidades marginadas, que el autor identifica principalmente por su emergencia como respuesta a la oficialidad. Esto es significativo porque se visibiliza cómo estas comunidades utilizan la cultura como un medio de autodeterminación y resistencia contra los modelos hegemónicos. El autor presenta algunos casos y ejemplos interesantes; sin embargo, es claro que estas políticas son las menos estudiadas y conocidas. Un aspecto relevante en esta revisión es que se enfatiza en la necesidad de examinar estas políticas desde la perspectiva de sus propios agentes, desde su interior, lo cual no solo resulta necesario sino también ético. Por éste y otros gestos, este libro se plantea como una invitación a un diálogo intercultural genuino que reconozca y valide los diferentes sistemas de conocimiento y prácticas culturales en Perú.
Aunque no es un punto central, la revisión evidencia acciones y movimientos históricos relevantes, como los anarcosindicalistas y las rebeliones de Huacho Lima de Huancané, entre otros procesos que intentan confrontar al poder establecido, pero que casi siempre lo hacen de manera aislada. Deja ver así cómo la fragmentación y la falta de coordinación son fenómenos que lamentablemente persisten, reflejando un desafío constante en nuestra idea de Estado-nación.
Efectivamente, asistimos a un colapso social más que a una simple crisis, y en tales condiciones urge atender las fibras que pueden reavivarnos. Allí, revisar críticamente las políticas culturales es una necesidad ineludible. Katatay, “una forma de caos donde las estructuras normales se desorganizan,” se convierte en una oportunidad para definir y reafirmar nuestras culturas, tal como proponía Arguedas. Al mismo tiempo, es un llamado a la acción y a la unidad: "... sacúdete como los árboles de la gran selva, / empieza a gritar. / Formen una sola sombra, / hombres, hombres de mi pueblo; / todos juntos / tiemblen con la luz que llega. / Beban la sangre áurea de la serpiente dios. / La sangre ardiente llega al ojo de los cóndores, / carga los cielos, los hace danzar, / desatarse y parir, crear. (…)". Esto implica un llamado a desarrollar políticas culturales que no dependan únicamente del Estado central, sino que emerjan desde las propias comunidades, reflejando nuestras identidades y necesidades con unión y solidaridad. Así, desde una perspectiva militante, la lectura de Valdizán apela también a un potencial creativo y liberador que será la base para nuestra reconstrucción.