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Universidades peruanas

Cien años de la reforma universitaria

Un itinerario inconcluso

Cien años de la reforma universitaria
Líderes estudiantiles en la cúpula del rectorado durante la toma de la Universidad Nacional de La Plata. 31 de octubre de 1919. Archivo Gabriel del Mazo

En medio de la crisis política que vive el Perú, vinculada a la corrupción del caso Odebrecht y las millonarias coimas entregadas a ex presidentes, candidatos presidenciales, ex alcaldes y altos funcionarios, muchas fechas han pasado desapercibidas o sin lograr el debido reconocimiento. Una de ellas, se conmemora este año, es el centenario de la reforma universitaria en el país, que recogió las banderas de la reforma de Córdoba -otra fecha invisibilizada- y tuvo su epicentro en la Universidad de San Marcos en Lima pero que alcanzó las universidades de Cusco y Trujillo entre otras importantes de la época.

La reforma resuena a lo lejos como un dato más de la historia; otras reformas impactan hoy en la universidad pública y otros espíritus invaden nuestra época. Términos como licenciamiento y estándares internacionales son más frecuentes al abordar el debate sobre la educación superior y la comunidad universitaria parece exclusivamente abocada a cumplir lo planteado por nuevas instancias como la SUNEDU. No pareciera existir tiempo ni ánimo de volver la mirada a las viejas banderas de la reforma, aunque, paradójicamente, en esas demandas e itinerarios podríamos encontrar pistas para afrontar viejos problemas vigentes como la conexión entre la universidad y la sociedad, la calidad de la enseñanza o el horizonte de investigación del bicentenario. En esta línea, tomando como referencia a San Marcos, mi alma mater y actual centro de trabajo, el presente artículo reflexiona, sobre las resonancias del espíritu de la reforma universitaria y su importancia para la sociedad, así como sobre la conexión con el actual momento de reformas en las políticas de educación superior, explorando posibilidades de encontrar nuevas pistas en un itinerario de reformas aún inconcluso.

El “espíritu de una época”…y los vientos actuales

Entre las pocas publicaciones que llegaron a Lima a propósito del centenario de la reforma, destaca el libro “Los viajes latinoamericanos de la reforma universitaria”, coordinado por el historiador argentino Martín Bergel. En sus distintos artículos, el libro da cuenta de personajes, articulaciones e itinerarios que nos sumergen en ese proceso que tuvo un hito fundacional en el grito de Córdoba y rápidamente se extendió por el continente. Podía percibirse entonces el “espíritu de una época”, definido como el campo de ideas y sentidos compartidos que se desplazó por los diversos países involucrando y movilizando universitarios de toda Latinoamérica.

Embargados por este espíritu, los jóvenes -hombres en su abrumadora mayoría- se lanzaron tras la promesa de encontrar la esencia de la liberación continental, decididos a transformar la universidad para cambiar sus anquilosadas sociedades y asumiéndose integrantes de una generación que transformaría el destino de la historia.

En el Perú, tocados por este espíritu reformista y emancipador, en junio del 1919 los estudiantes de San Marcos reunidos en asamblea eligieron un Comité encargado de coordinar el movimiento de Reforma Universitaria. Meses después, bajo una huelga general, el Comité de Reforma presentó las demandas estudiantiles al rector José Pardo y Barreda. Resaltaron la necesidad de mejorar y modernizar la enseñanza, propugnando la participación estudiantil en el gobierno de las universidades, la docencia libre, el derecho de tacha, la libertad de enseñar y la creación de seminarios y becas para estudiantes pobres. En medio de una sociedad oligárquica, el movimiento tenía una clara vocación democratizadora, cuestionaba el carácter elitista de las universidades y la exclusión de intelectuales independientes de la docencia. Exigía también con mucho énfasis, dejar fuera de los destinos universitarios a los poderes políticos y eclesiásticos de la época.

Haya de la Torre en la Casona de San Marcos, 1923. Tomada de: Las Universidades Populares y los Orígenes del Aprismo, 1921-1924, de Jeffrey L. Klaiber

Haya de la Torre en la Casona de San Marcos, 1923</em>

Jóvenes de clases medias como Manuel Seoane, Haya de la Torre, Luis Alberto Sánchez o Jorge Basadre, lideraron el movimiento estudiantil con ánimo irreverente, vinculados a sus bases, pero también con ansias de mundo. Establecieron conexiones que reforzaron un sentimiento de cofradía internacional, apelando al viaje geográfico y social, como un recurso para ampliar la comunidad política que aspiraban representar. Justamente, este movimiento universitario fue decisivo en la conformación de los partidos políticos que disputaron la representación de los sectores populares y el gobierno de San Marcos buena parte del s. XX; el APRA auroral y el Partido Socialista fundado por José Carlos Mariátegui (o las variantes de izquierda a las que dio origen). Lo que vino después de la reforma amerita otro análisis; baste con resaltar la extendida sobre ideologización que se impuso hasta avanzada la década del ’80 afectando la perspectiva crítica y desconectando la universidad de la bullente sociedad peruana. La democratización de las universidades y su consecuente masificación trajo además nuevos problemas relacionados a los presupuestos públicos, que el Estado estuvo lejos de atender, condenándola a la precariedad y consecuente mediocridad.

Cien años después otros vientos soplan y el espíritu reformista de entonces pareciera haberse difuminado. ¿Qué sentidos e ideas de transformación de la universidad y la sociedad comparten los estudiantes de San Marcos? ¿Qué los conecta con los universitarios de Latinoamérica? Mucha agua ha corrido bajo el puente y no es sencillo resolver estas preguntas. Son tiempos de redes y conexiones que deberían hacer más fácil los viajes y encuentros, pero paradójicamente aíslan, limitando las posibilidades de articular al movimiento universitario latinoamericano. De otro lado, para los estudiantes de San Marcos no ha sido sencillo reponerse del impacto de procesos nacionales como la violencia política, la crisis económica o la intervención fujimorista con su intento privatizador. Reconstruir la Federación de San Marcos, ha sido un logro digno de resaltar, pero más allá de labores gremiales casi sindicales, es difícil percibir una identidad generacional, una posición compartida frente a los principales problemas de nuestro tiempo…Tiempos de peligrosa arremetida neoliberal donde fundamentalismos religiosos se toman aulas y auditorios atentando contra el pensamiento crítico sin encontrar respuestas contundentes. Tiempos también de precariedad y bajos presupuestos donde la única salida a la crisis pareciera ser la tecnocratización neoliberal y su razón privatizadora, ante la cual urge por lo menos convocarnos quienes compartimos el quehacer universitario.

Entre la tecnificación y la decadencia

En medio de la larga crisis que afecta la universidad pública, sin horizonte transformador que se vislumbre y con un movimiento estudiantil que no termina de recuperar ímpetu, la universidad pública en general y San Marcos en particular, se alejan de las banderas reformistas del grito de Córdoba asumiendo otras reformas pautadas más bien desde otros centros de poder. Ocurre que como parte de los procesos de reformas estructurales implementadas en América Latina hace más de dos décadas bajo la inspiración del consenso de Washington, la educación superior universitaria ha sido objeto de cambios y ajustes orientados a “modernizarla” y hacerla competitiva.

Bajo el auspicio e impulso de organismos multilaterales como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, en el siglo XXI los países de la región se embarcaron en sendos procesos de reforma en materia de educación superior. Como propósito fundamental, se buscaba dinamizar las universidades dentro de la lógica (neo) liberal, redefiniendo el papel del Estado en base a la adopción de políticas que enfatizaran en la calidad, la equidad y la formación de las capacidades técnicas requeridas por el crecimiento económico. Existía además un reconocimiento explícito a la centralidad de la investigación y la educación superior para integrar a América Latina en una economía y sociedad cada vez más globalizada, recomendando a los Estados reorientar y reasignar normas y recursos en tal sentido. En esa línea, países como Ecuador, Costa Rica, Colombia, Chile y también Perú, emprendieron reformas modernizadoras de segunda generación adecuando su legislación y creando nuevas instancias orientadas a ello.

flickr de Pronabecperu

flickr.com/pronabecperu</em>

En Perú la Ley Universitaria 30220 del año 2014, se enmarcó en estos procesos de reforma. Un hito fundamental en estos cambios fue la creación de la Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria en reemplazo de la Asamblea Nacional de Rectores que había acumulado denuncias vinculadas a malos manejos por la creación de universidades privadas y presuntos actos de corrupción. La SUNEDU es la entidad para aprobar o rechazar las solicitudes de licenciamiento y funcionamiento de universidades, filiales, facultades, escuelas y programas de educación, así como para verificar la calidad mínima para brindar el servicio educativo. Asimismo, es la instancia responsable de fiscalizar si los recursos públicos y los beneficios (tributarios) otorgados a las universidades se destinan a fines educativos; y de ser el caso aplicar sanciones.

Otro eje de cambios en la ley fue el referido a los incentivos de investigación, como condición para que las universidades logren acreditación. También supuso cambios en la contratación docente, basados en la meritocracia, exigiendo como mínimo el grado de “maestro” y estableciendo pautas de evaluación periódica como requisito de permanencia. Finalmente, la Ley dispuso nuevas pautas para la elección de rector y autoridades, de modo que ahora son elegidos vía votación universal, personal, obligatoria, directa, secreta y ponderada de todos los docentes ordinarios (2/3) y estudiantes matriculados (1/3).

Sin duda era urgente implementar algunos cambios al anquilosado y prebendista sistema universitario, que había hecho de la creación de universidades públicas una clientela vinculada al Congreso y de las privadas un abierto negocio. No obstante, no puede dejar de resaltarse el escaso debate que el proceso de reformas generó en los actores universitarios involucrados. Más aún, a casi cinco años de la promulgación de la Ley ni las federaciones de estudiantes universitarios, ni los docentes, ni tampoco los rectores y autoridades, han ensayado algún balance respecto a su aplicación.

No se trata de buscar lo negativo y realizar una oposición cerrada a los cambios; sería absurdo negar la importancia de la calidad de la enseñanza o de la implementación de mecanismos de supervisión estatal, pero resulta indispensable discutir el sentido de esos cambios y cómo se conectan con las necesidades actuales de la sociedad peruana. Ad portas del bicentenario, y en momentos en que la vieja república se termina de desmoronar entre casos de corrupción, feminicidio y profundas desigualdades, la universidad pública y particularmente San Marcos, no puede resignarse a perder el rumbo en el itinerario crítico y emancipador trazado por la generación del 19.

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