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Internacional

México y la cuarta transformación de López Obrador

México y la cuarta transformación de López Obrador
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4T: Modelo para armar

Andrés Manuel López Obrador definió a su naciente gobierno como la ambiciosa y proteica, “Cuarta Transformación” en la historia de México. Las anteriores transformaciones fueron la independencia (1810-1821), la reforma liberal (1855-1861) y la revolución (1910). ¿Qué tienen en común estas etapas de la historia mexicana?

La refundación del estado y nuevos contratos sociales que se expresaron en sendas constituciones republicanas, liberales y sociales. Se propone una continuidad del proceso histórico camino a la modernidad, con un gobierno que recupere la legitimidad del Estado por su función social.

Una transformación crítica del neoliberalismo, la corrupción y el elitismo que han caracterizado a México en las últimas décadas. Y un actor principal integrado por el pueblo excluido de los beneficios de la modernización, tal como ha sido diagnosticado y denunciado por la izquierda mexicana desde los años ochenta del siglo pasado. No es una revolución bolivariana o populismo burocrático-petrolero o alguna forma de socialismo. Ni siquiera se puede decir que sea un proyecto socialdemócrata. Es un gobierno de nacionalismo moderno, ético, democrático y anti elitista anticorrupción.

Tampoco es un regreso a la retórica izquierdista-nacionalista de los gobiernos pos revolucionarios de los años 30, 50 y 70. Lo que existe es una firme voluntad política decisoria, no la rendición ante el modelo globalizador neoliberal que caracterizó a los gobiernos de la alternancia (2000-2018). Algunos con poca fortuna han hablado de “desarrollismo tardío”, haciendo alusión a la etapa de los gobiernos de izquierda en la región que comenzó con la elección de Hugo Chávez como Presidente de Venezuela en 1999.

Lo cierto es que la Cuarta Transformación va tomando cuerpo con las decisiones polémicas del Presidente y el desconcierto de los grupos económicos y políticos que han controlado al estado. Son propuestas ofrecidas en la campaña electoral por la cual votaron el 53.4% de los mexicanos y precisadas en la etapa de transición entre julio y diciembre del 2018, con información más directa de la administración pública saliente.

Es un modelo que se va armando, durante los primeros meses de la gestión de AMLO, en base a cuatro prioridades: La recuperación de la autonomía estatal y el retiro de los poderes fácticos que indebidamente influyeron en las decisiones de gobierno. La recuperación de la participación ciudadana bajo discutibles esquemas de consulta, pero que han devuelto protagonismo cívico a ciudadanos sometidos a la política delegativa por los gobiernos de la alternancia.

También, una rigurosa e implacable política de austeridad, que AMLO define como republicana y juarista. Algo que ha exhibido en su obscena opulencia con dinero público a sus antecesores del PAN y el PRI, principalmente Fox y Peña Nieto. Y extensivos programas públicos de diverso tipo, también llamados “de bienestar”, orientado a los jóvenes, madres de familia y tercera edad.

Esas son sus prioridades más visibles, que van dando forma al modelo de gobierno de AMLO.

Con un ritmo más lento marcha la implementación de la Guardia Nacional –muy militarizada-, aprobada por el Congreso de la República para enfrentar la inseguridad y la violencia citadina, así como la lucha anticorrupción con denuncias públicas pero sin casos concretos judicializados. Un nuevo esquema concentrado de ejercicio del gasto federal en los estados, que ha sido impugnado por varios gobernadores, busca quebrar la relación entre obras públicas/empresarios y políticos. Y un plan de construcción masiva de universidades estatales en los municipios más rezagados de la república orientados a incorporar a los jóvenes que egresan de las secundarias y preparatorias, proclives a la deserción y la marginalidad social.

Esos son los ejes principales de la política pública Lopezobradorista orientados a rediseñar la administración federal, eliminando la intermediación y gestoría corporativas, promoviendo la cohesión social universalizando los servicios públicos.

En política exterior López Obrador y su Canciller Marcelo Ebrard, han revitalizado la doctrina Estrada de “no intervención” en los asuntos internos de otros países, distanciándose de la agresiva política norteamericana bajo Donald Trump y el “Grupo de Lima” contra Venezuela. Se ha promovido, un mecanismo de mediación con Uruguay y la observación de algunos países europeos para una solución política a la crisis. La “no intervención” implica el pleno respeto a la legalidad internacional y los buenos oficios para mediar en crisis regionales, si es solicitado por otros países. Hay un evidente giro pro América Latina por parte del gobierno mexicano.

No hay un proyecto constituyente inmediato, sino una clara propuesta de renovación y reorientación de las administraciones públicas e instituciones republicanas existentes.

Neoliberalismo y migración ¿fin de un ciclo?

López Obrador en su discurso de asunción del mando presidencial, realizó una muy fuerte crítica y deslinde histórico con el neoliberalismo mexicano. Sin embargo, en otros momentos de su vida política, llegó a declarar que su objetivo era eliminar “las alas más ríspidas del modelo”, pero no el modelo. Y según parece, pese a su crítica del 1 de diciembre, esa es su línea y quiere gestionar el modelo con otra lógica, otros actores y otras prioridades ya señaladas. Es un gran reto, pues en México las prioridades estratégicas las ha establecido el mercado y el sistema financiero global. La política constitucional sucumbió a la economía globalizadora.

El modelo económico neoliberal mexicano se implementó con el ex Presidente Salinas de Gortari (privatizaciones, libre comercio, desregulación). De hecho comenzó con el gobierno de Miguel de la Madrid (1982-88) y ello generó la división del PRI, con la formación del Frente Cardenista y posteriormente el PRD liderados por el Ing. Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo. El nacionalismo histórico y constitucional creó un nuevo espacio fuera del PRI demandando democracia efectiva. Los modernizadores neoliberales reformaron la economía, pero mantuvieron el régimen autoritario ofreciendo una larga transición hacia la democracia.

El modelo neoliberal impugnado por la izquierda mexicana cambió la matriz productiva del país, orientandolo a la exportación, pero generó un costo social dramático, arrastrando sin solucionar, problemas económicos estructurales como la falta de diversificación exportadora y el quiebre de las cadenas internas de valor por redes de proveedores limitados por las exigencias del Tratado de Libre comercio con los EEUU.

Se generó un crecimiento mediocre e insuficiente por debajo de las necesidades de México, un promedio de 2.5% anual cuando el país requiere crecer entre 4-6% anual. La pobreza se estancó y se ubica en el 43.6%, mientras el 56% de los mexicanos no tiene acceso a la seguridad social. La informalidad laboral alcanza al 60% de la PEA. La pérdida del poder adquisitivo salarial en relación a los años noventa se ubica entre el 70%-80%. El neoliberalismo solo benefició a franjas sociales del sector moderno urbano y de la agro exportación altamente mecanizados.

El modelo se ha basado en los bajos salarios transformando “las ventajas comparativas” salariales en un requerimiento básico permanente asociado a la productividad laboral. No se ha producido ningún gran salto tecnológico al estilo asiático ni se han cumplido las expectativas de alto crecimiento ofrecidas por los economistas neoliberales de la alternancia, la mayoría especialistas en finanzas y no en desarrollo industrial.

Pero salvo la industria automotriz, textiles y componentes domésticos, más algunas ramas de la agro exportación no se ha podido avanzar en la consolidación de un modelo industrial integrador de cadenas, competitivo en su innovación y diversificado. Los principales ingresos de México han seguido dependiendo del petróleo, y el mercado interno se ha dinamizado con las obras de infraestructura y un incremento sustantivo de la conectividad. La crisis global del 2008 reintrodujo en México las políticas anticíclicas de tipo keynesiano, no sacrificando el consumo como lo hizo Zedillo entre 1995-96.

El país tiene una gran dependencia y vulnerabilidad en su relación con la economía de los EEUU y la ola trumpista bajo el lema “Estados Unidos, primero” ha estado a punto de cancelar el NAFTA.1. El T-MEC (NAFTA.2) es una tabla de sobrevivencia que ha golpeado las ventajas estratégicas de México en sus industrias mejor posicionadas, estableciendo un candado contra China, pese al aumento del comercio entre México y el país asiático.

No en balde el Presidente de los Estados Unidos ha amenazado a México con poner aranceles violando el tratado y las normas de la OMC, o con un cierre de fronteras, si no frena la inmigración. Desea convertir a México en el guardián de su frontera. Firmar un tratado y luego pisotearlo es una muestra de doble juego. Trump necesita presentarse a la reelección con una agenda de ofrecimientos cumplidos. El nuevo gobierno mexicano, evita el conflicto y trata de colocar el tema en el espacio de la negociación, desvinculando el comercio de la migración, pero el gobierno estadounidense sigue presionando, bloqueando algunos accesos en la frontera, perjudicando el envío de mercancías a los EEUU. Es una abierta agresión.

México ha cuidado siempre su relación con Centroamérica y el Caribe, principalmente Cuba. Y aunque los presidentes mexicanos han incumplido sus ofrecimientos de desarrollo compartido con el istmo, no se ha cerrado la frontera sur. Informalmente, las mafias y carteles han desatado el terror con los migrantes centroamericanos violando los DDHH y eso ha funcionado como elemento disuasivo. Coadyuva a ello, el hecho que en la última década el flujo migratorio cambió su identidad. El 85% de la migración hacia los EEUU es centroamericana y de otros países, la cual atraviesa México. Solo el 15% es migración mexicana.

El último año del gobierno de Peña Nieto y la etapa de transición para la instalación del nuevo gobierno, fue aprovechada por Trump para descafeinar el tratado de libre comercio, y para vincularlo a la migración. En paralelo, los sindicatos norteamericanos y el ala liberal de los demócratas en el congreso, advirtieron que si no se aprobaban reformas laborales en México (democracia, libertad sindical, flexibilidad en negociación salarial) el tratado no sería confirmado en el congreso. Morena el partido de López Obrador que cuenta con mayoría en las cámaras, apuró el paso. Los empresarios, beneficiados históricamente con los bajos salarios de los trabajadores, han guardado silencio y algunos gremios han criticado la llamada reforma laboral.

¿Podrá el México de López Obrador desvincular el tema migratorio del T-MEC ? ¿Podrá reformar progresivamente el modelo neoliberal que ya cumple casi tres décadas?. AMLO ofreció y aparentemente hubo acuerdo con el equipo de Trump, para impulsar un programa de inversiones (10,000 millones de dólares) que incluyera el sureste mexicano y Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua. Pero Trump a base de Twitter lo ignora. El Presidente republicano cree que México le debe a EEUU su desarrollo y crecimiento. Y que México socava a los EEUU con los carteles, la migración ilegal y el tratado comercial. No ha modificado su actitud anti mexicana poco informada y muy tergiversada. Y ha dado plazo de un año para que México “haga la tarea” de lo contrario, habrá cierre fronterizo y aranceles.

La migración empero tiene una dimensión que Trump no puede ignorar. El peso de los gobernadores del sur estadounidense, principalmente Texas y California. Un cierre fronterizo puede provocar una crisis económica en los condados del sur y en la agro industria californiana que será de su responsabilidad en los prolegómenos de la etapa electoral.

El equipo de AMLO no tiene control sobre estos escenarios, salvo la resistencia de no hacer de guardián de los EEUU en la frontera sur. Las inversiones mexicanas en Centroamérica son importantes. Son mercados reducidos, pero ganados. Sin embargo, la violencia contra los migrantes en territorio mexicano está socavando la imagen de México entre sus habitantes.

En el tema migratorio, es claro que todavía no termina de armarse un modelo de política pública que integre todos los escenarios reales y factores visibles. O México cuida sus intereses fronterizos y comerciales más redituables y se descuelga de Centroamérica (presión del empresariado mexicano exportador) o reafirma su liderazgo con Centroamérica dándole racionalidad a la migración y negociando hasta el cansancio con el equipo trumpista. Por lo pronto, el presidente mexicano anunció el año pasado que estaba dispuesto a recibir migrantes centroamericanos para la construcción del Tren Maya y la reforestación en el sureste mexicano (un millón de hectáreas). Dos programas bandera del gobierno.

El Presidente López Obrador da conferencias de prensa matinales coloquiales, viaja en vuelos comerciales, ha renunciado a vivir en Los Pinos, complejo habitacional de lujo donde despachaban y vivían los presidentes mexicanos. Ha rematado y vendido todo lo innecesario y suntuoso. Trata de emular a Benito Juárez en la práctica de los valores republicanos más sólidos de México y su estilo austero y sencillo se asemeja bastante al de Pepe Mujica el ex presidente uruguayo. Su falta de solemnidad y protocolo, sus silencios cuando habla y su apelación al pueblo, sus señalamientos a la corrupción y la situación que ha heredado, no gusta a la alta clase media ni a la clase política, sin embargo, su popularidad rebasa el 83%.

La Cuarta transformación, está en sus inicios. Hay un evidente cambio de estilo. AMLO podría dejar el gobierno en el 2024 sentando las bases estatales para un funcionamiento público sin corporativismo, sin corrupción y con una dimensión social recuperada. Puede avanzar en la reforma del modelo económico, cuyo objetivo final no solo es el crecimiento sino la reducción de la desigualdad en México, uno de los más altos del orbe occidental, al igual que Brasil.

A su izquierda tendrá al EZLN presionando y desafiando algunas de sus decisiones. A la derecha, un sector empresarial lastimado con la cancelación del aeropuerto de Texcoco y dispuesto a declararle la guerra si les coloca impuestos. Y en el sistema de partidos, actores y organizaciones en proceso de reorganización tras la abultada derrota del 2018, que realmente implicó un voto de castigo generalizado. La Cuarta Transformación es un ciclo abierto, recién inaugurado, si hay consolidación, Morena puede repetir con otro liderazgo. La no reelección presidencial se respeta.

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