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Pantallazos

San Marcos en los años setenta

San Marcos en los años setenta
Enrique Jacoby en su época de dirigente de la Federación Universitaria de San Marcos. Archivo Quehacer

Ingresé a San Marcos en 1971 con entusiasmo por estudiar medicina, interés por el Perú y curiosidad por un mundo que se sacudía del colonialismo como de viejos gustos y convenciones, y en donde —¡cómo dudarlo!— los jóvenes éramos protagonistas.

Un par de años en la Universidad y ya era claro que la política universitaria y la mayoría de gremios estudiantiles estaban comandados por el FER-Antifascista (los llamados infantiles), un frente integrado por partidos maoístas radicales cuyo proselitismo descansaba en unas pocas y simples ideas repetidas machaconamente e ilustradas sin límite en pizarras y paredes. Que si el gobierno militar de Velasco era fascista, que si éramos un pais semi-feudal donde la revolución, como en China, avanzaría del campo a la ciudad. Y la consigna de acción más popular en el campus: no participar, que significaba decir no a la Revolución de Velasco y oponerse al co-gobierno universitario. A estos temas, y a la “interpretación auténtica” de los escritos de Lenin y Mao se dedicaban las interminables polémicas públicas entre los lideres de los diferentes grupos, los cuales convocaban por igual a militantes entusiastas e indiferencia estudiantil.

Los rivales del "infantilismo" eran lo que podría llamarse “la nueva izquierda”, aunque no actuaban agrupados. Unión Estudiantil, Vanguardia Revolucionaria, el PCR y Patria Roja eran menos dogmáticos y, por años, una alternativa débil al FER-A. Parecían tener mejor olfato para identificar demandas estudiantiles, organizar sus luchas y obtener resultados.

A mitad de los setenta en medio de una fuerte crisis económica, un Morales Bermúdez abocado a desandar la “Revolución de las Fuerzas Armadas” prometía elecciones generales sin conseguir aplacar el descontento ciudadano. Las luchas sindicales se multiplican, muchas alcanzan escala nacional y emergen “Frentes de defensa” representando a provincias y departamentos enteros. Un movimiento esencialmente reivindicativo pero bastante fuerte como para asustar a “los de arriba”. Fueron los partidos de la Nueva Izquierda, ademas del PSR, trotskistas y el PCP quienes lideraban gran parte de esas luchas. La realidad demandaba más y mejor coordinación política entre los líderes y ello no solo se da, sino que poco después se convierte en un frente político con ocasión de las elecciones a la Asamblea Constituyente de 1978.

Archivo Quehacer

Archivo Quehacer</em>

Casi en paralelo, en San Marcos resurge el debate sobre el cogobierno universitario con la participación de estudiantes y profesores. Las universidades estaban en crisis y era claro que restablecer el tercio estudiantil daría peso a las demandas estudiantiles, aunque también nos ponía el reto de gobernar. Surge entonces la doble idea de agrupar a la nueva izquierda en un frente democrático y de llevar al voto, en una asamblea de la federación de estudiantes (FUSM), la realización de un plebiscito estudiantil para decidir si íbamos o no a elecciones en el tercio.

Intuíamos que ganar esa asamblea iniciaría un dominó de eventos a nuestro favor, del nuevo frente de izquierda, crearía un nuevo liderazgo estudiantil, y además abriría la oportunidad de ganar el tercio y eventualmente la FUSM. Se abrían nuevas posibilidades de lucha y la oportunidad de demostrar la inutilidad del dogmatismo en la política. Intuimos bien.

Con tercio y FUSM lideradas por el frente de la Unidad Democrática Popular (que después se convertiría en Izquierda Unida) se aprobó triplicar el número de vacantes de ingreso; peleamos por el incremento de rentas en alianza con autoridades, algo impensado dos años atrás. Poco después hablamos de estudiar e investigar para desarrollar nuevas ideas que sacaran adelante al Perú desde los claustros. Como para reforzar esa idea, volvimos a convocar a los Juegos Florales, interrumpidos desde 1973. Propusimos repintar la Universidad y devolverle el ambiente de estudio que nunca debió perder. Y miles de estudiantes se dieron a la tarea por varios días.

Mantener la unidad del UDP sanmarquino no fue fácil, los distintos grupos en el frente tenían continuas demandas que les asegurara destaque político o recursos económicos. Fue difícil navegar un año y medio en tales circunstancias, pero fue un buen comienzo, luego del cual regresé a terminar mi carrera de medicina. Fueron entonces pocas las veces que volví la mirada para ver qué pasaba en San Marcos.

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