El señorío nubelista: neo reaccionarismo y posdemocracia
¿Hacia una nueva época?

“La máxima vil de los poderosos parece haber sido siempre: todo para nosotros, nada para los demás.”
Adam Smith
Nuestra reflexión tiene como objetivo profundizar en una estructura conceptual que permita entender el probable comienzo de una nueva época, caracterizada por el surgimiento del sistema tecnofeudal y de una nueva oligarquía: los nubelistas. Tal sistema crearía las condiciones que conducen a una sociedad posdemocrática, donde el poder en las grandes empresas tecnológicas es de tal magnitud que pueden edificar un nuevo orden imaginado, postsecular, antiilustrado y antidemocrático: neorreacionario. En tal sentido, abogamos, como muchos, por una reflexión interdisciplinaria que busque la formación de marcos conceptuales que sirvan de contención crítica ante lo que pudiera venir. Esperamos cumplir con este propósito.
Miseria de la acumulación
Si alguien supo entender la naturaleza del capitalismo tan pronto éste empezó a transformar el mundo social europeo, fue, sin duda, Adam Smith. Considerado fundador de la ciencia económica por La riqueza de las naciones (1776), el filósofo escocés no sólo puso con esta obra los cimientos de una ciencia, sino también de una doctrina: el liberalismo económico. Acorde a sus convicciones liberales, criticó la actitud egoísta de los monopolistas y sus consecuencias. Argumentó que la búsqueda del beneficio propio a expensas de la sociedad ("todo para nosotros, nada para los demás"), perpetrada por comerciantes e industriales a través de restricciones a la competencia, resulta en precios más altos, menor producción y una asignación ineficiente de recursos. Smith denunció cómo esta práctica perjudica al bienestar general, generando pobreza y beneficiando solo a una minoría privilegiada.
Junto a Smith, el otro pensador del fenómeno capitalista fue Karl Marx. En su obra más extensa y compleja, El capital (1867-1894), estableció uno de los conceptos fundamentales de su sistema de pensamiento económico: la acumulación primaria u originaria del capital. Este proceso, distinto a la acumulación de capital que ocurre dentro del sistema capitalista, representa su punto de partida, no su resultado. Marx, contrario a la leyenda idílica que atribuye el origen del capital al ahorro y la laboriosidad, muestra que la acumulación originaria se caracteriza por la violencia, la conquista, el sojuzgamiento, el homicidio y el robo. El capital, en este sentido, "ha llegado al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros” y se convierte en la base de un sistema que legitima la acumulación ilimitada. Ya en el sistema capitalista, la acumulación de capital lleva a la concentración de capitales en manos de unos pocos, mientras que, simultáneamente, forma enormes desigualdades.
Elon Musk y Donald Trump en un Tesla. Foto: whitehouse.gov
La concentración del capital, resultado de la acumulación capitalista, lleva inevitablemente a la centralización del poder político. El Estado, inicialmente utilizado por la burguesía para combatir el feudalismo, se convierte en un instrumento de dominación al servicio de la propiedad privada y la acumulación. Esta concentración de poder económico en manos de unos pocos —los monopolios— implica una “soberanía del monopolio”, influyendo y controlando las decisiones políticas, tanto a nivel nacional como internacional. En resumen, la economía capitalista, a través de la aglutinación del capital, termina eclipsando y sometiendo a la política.
Los señores de la nube tecnofeudal
El término "nubelistas" aparece en el contexto de la teoría del tecnofeudalismo planteada por los economistas Yanis Varoufakis (1961) y Cedric Durand (1975), quienes argumentan que las dinámicas tradicionales del capitalismo han sido reemplazadas por un nuevo sistema dominado por las grandes tecnológicas: Amazon, el conglomerado Musk, Apple, Google, Paypal, Oracle, NVIDIA, Palantir, Meta, entre otras. Según Varoufakis, en su libro Tecnofeudalismo. El sigiloso sucesor del capitalismo (2024), los nubelistas son los nuevos señores feudales que poseen el "capital de la nube". Este capital no se refiere a activos físicos tradicionales, sino a la infraestructura digital, las plataformas y los datos que controlan las grandes empresas tecnológicas. En este nuevo sistema los demás individuos se han convertido en siervos, similar a la estructura del medioevo, donde se encuentran bajo la dependencia de los nubelistas. Estos señores de la nube se benefician de la explotación universal: los siervos de la nube trabajan de forma gratuita, a menudo inconscientemente, para reproducir el capital en la nube. Esta actividad incluye la generación de contenido, la interacción en redes sociales, la participación en plataformas digitales, y otras formas de trabajo no remunerado que enriquecen a las plataformas y a sus propietarios.
Paralelamente, los nubelistas han convertido a los capitalistas tradicionales en sus vasallos, ya que estos deben pagar rentas de la nube para acceder a los consumidores a través de las plataformas digitales. Esto desplaza el poder del capital terrestre al capital en la nube, en donde, para poder operar, los capitalistas se ven obligados a pagar una "renta de la nube" a los nubelistas. Esta renta se convierte en un costo importante que reduce sus ganancias, a diferencia del capitalismo, donde el beneficio era el motor de la economía. Según Varoufakis, a la larga, los capitalistas tradicionales también pueden convertirse en proletarios de la nube, al estar sujetos a la lógica de las plataformas y sus algoritmos, lo cual nos llevaría a un nuevo sistema económico.
En su obra Tecnofeudalismo. Crítica a la economía digital (2020), Cedric Durand plantea que el auge de las empresas tecnológicas de Silicon Valley ha generado un nuevo sistema económico, similar al feudalismo medieval. Según este economista francés, la ideología tecnofílica y libertaria de Silicon Valley, la monopolización de datos y propiedad intelectual en manos corporativas y la dependencia de los individuos de las grandes empresas tecnológicas, nos conducen a la refeudalización de la esfera pública. Las plataformas digitales controladas por los nubelistas se han convertido en los nuevos feudos, donde se concentran el poder y la actividad económica. Al igual que los señores feudales, que controlaban la tierra en el feudalismo, los nubelistas controlan el acceso a los mercados, los datos y la infraestructura digital. De este modo, han logrado concentrar un poder que, en este momento de la historia, ya resulta hegemónico.
El poder político de los nubelistas
Quienes controlan el capital de la nube, ejercen una influencia considerable sobre las decisiones políticas y las estructuras de poder. A través de la propiedad de la infraestructura digital y los datos, los nubelistas pueden ejercer coacción sobre los gobiernos para que adopten políticas que favorezcan sus intereses. Esto incluye la promoción de la desregulación, la protección de la propiedad intelectual y la creación de marcos legales que faciliten la acumulación de capital en la nube. Otro modo es invertir significativamente en actividades de consulta y grupos de presión, para influir en las decisiones políticas. De esta manera, logran que se aprueben leyes y regulaciones que les beneficien, al tiempo que evitan medidas que puedan limitar su poder o rentabilidad.
Dada su posición, los nubelistas pueden influir en la opinión pública, censurar o promover ciertos contenidos y crear narrativas que respalden sus intereses. Esta capacidad de controlar el flujo de información, les otorga un poder político considerable, además de fragmentar la esfera pública creando burbujas de información y de consumo digital. Esto dificulta la deliberación y el consenso, reduciendo la capacidad de la sociedad para abordar los problemas comunes. Al aprovechar esta fragmentación, debilitan cualquier oposición a su agenda.
En la inauguración del mandato de Donald Trump: Mark Zuckerberg, dueño de Meta, junto a Laura Sánchez, pareja de Jeff Bezos, dueño de The Washington Post y fundador de Amazon. Foto: heute.at
La capacidad de control de lo público favorece la relación entre los nubelistas y el poder político. Esto resulta contradictorio con el discurso libertario de los señores tecnofeudales. Pues, de facto, los nubelistas a menudo establecen alianzas con el poder estatal para consolidar su posición. Estas alianzas pueden tomar la forma de contratos gubernamentales, subsidios y medidas proteccionistas que les benefician. La posibilidad de controlar el poder político y de someter a los demás sectores económicos (servicios, industria y finanzas), ¿convierte a los nubelistas en agentes potenciales de un cambio de época real? Eso es algo que hay que evaluar.
Nubelistas, pensamiento neorreacionario y el gobierno de Trump
¿Son los gobiernos y grupos políticos reaccionarios una oposición identitaria y temporal a la inmigración de las periferias? ¿Es esta reacción nacional-conservadora contra los progresismos liberales y socialistas un hecho coyuntural? ¿Se trata del último acto de resistencia de occidente ante el surgimiento de un mundo postoccidental? ¿No será el momento en que los nubelistas han decidido superar el trabajo del inmigrante para empezar la producción en masa de robots con inteligencia artificial? Y, finalmente, ¿no habrá llegado a su término el experimento democrático moderno? Surgen estas y muchas otras preguntas. Sin embargo, a fin de establecer un programa de contención alternativo, conviene pensar a fondo estas circunstancias y reconocer a qué nos enfrentamos.
Un autor importante para comprender la sensación ideológica de un grupo de norteamericanos, es Samuel Huntington (1927-2008), particularmente sus posturas sobre el rol de la modernización en reforzar las rupturas y el "choque de civilizaciones". Para él los conflictos futuros serían culturales. En ¿Quiénes somos?: Los desafíos a la identidad nacional americana (2004), Huntington exploró las amenazas a la identidad estadounidense, destacando la inmigración latinoamericana como un desafío a la cultura anglosajona y abogando por una revitalización del "credo americano" y del nacionalismo protestante.
Un joven seguidor de Trump en una manifestación en Washington. Foto: Brian Munoz | NPR
Algo que conviene explicitar es el movimiento neorreacionario de "la ilustración oscura”, etiqueta que viene del libelo del filósofo inglés Nick Land (1962). En La ilustración Oscura (2012), Land plantea la necesidad de una neorreacción antimoderna, antidemocrática y antiprogresista. Influenciado por el intelectual de la derecha alternativa, Curtis Yarvin (1973), Land propone el neocameralismo como alternativa: un modelo donde el Estado se estructura como una empresa con acciones negociables que otorgan derecho a voto en una junta directiva gobernante. Para lograr esto, se requiere desmantelar el mito de la soberanía popular e identificar a la verdadera clase dominante, designada "la Catedral", por Yarvin.
Las ideas de Land y de Yarvin han tenido eco en nubelistas como Peter Thiel y Elon Musk. Peter Thiel (1967), un influyente empresario de Silicon Valley, fundador con Musk de Paypal y de Palantir, observa la incompatibilidad entre libertad económica y democracia. Desde una perspectiva libertaria radical, argumenta que el progreso tecnológico, impulsado por estructuras monopolísticas similares a las monarquías absolutas, se ve frenado por la regulación democrática. Su visión, calificada como tecnofeudal, prioriza el poder de las grandes corporaciones tecnológicas sobre la participación ciudadana, planteando un desafío significativo al futuro de las instituciones democráticas. En un manifiesto publicado en 2009 titulado La educación libertaria, consideraba que la política era en gran medida inútil, debido a que el estado de derecho frena la velocidad de la innovación y de la acumulación.
El modo en que este pensamiento neorreacionario amenaza la supervivencia de la democracia ha sido convenientemente estudiado por el historiador Steven Forti (1981). En su obra, Democracias en extinción. El espectro de las autocracias electorales (2024), analiza el auge de la extrema derecha y su amenaza a las democracias liberales. En continuidad con la investigación que propone Colin Crouch en su clásico Posdemocracia, del año 2000, Forti ve en el crecimiento de estas fuerzas, caracterizadas por su desdiabolización y normalización desde la década de 1980, un síntoma de una profunda crisis democrática. El autor italiano, rastrea el desarrollo de estas extremas derechas 2.0, explicando sus causas (desigualdad, declive del fordismo, globalización, debilitamiento de la democracia) y sus estrategias (redes internacionales, influencia en la cultura, alianzas con la derecha tradicional). Finalmente, Forti identifica la autocracia electoral —un híbrido entre democracia y dictadura— como el objetivo último de estas fuerzas políticas.
Es evidente que el poder hegemónico en manos de los nubelistas, puede llevarlos a plantear la desaparición consciente de la democracia. Además, este inmenso poder tecnológico y económico puede generar grandes crisis locales e internacionales. La ideología neorreacionaria y etnocentrista que se encuentra en la médula del actual gobierno de los Estados Unidos y que se expande por occidente, se presenta como la mayor contención a la formación de un mundo multipolar y postoccidental. La arrogancia de los actores políticos de ideología neorreacionaria —como Donald Trump— apoyada por los nubelistas, puede conducir a nuestro mundo a una situación que escapa a lo que hemos experimentado hasta ahora en la historia. Todo ello en un contexto en el que la inteligencia artificial y la inteligencia artificial generativa se convierten en el nuevo recurso de las luchas geopolíticas y geoestratégicas.