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Cultura

Tantas veces tantos Ravines

Una conversación con el escritor Christian Elguera Olortegui.

Tantas veces tantos Ravines
Petroperú

Conversamos con el escritor Christian Elguera Olortegui, doctor en Culturas y Literaturas Ibéricas y Latinoamericanas por la University of Texas en Austin, quien en diciembre de 2023 obtuvo el Premio Copé Oro de la IX Bienal de Novela por Los espectros.

Tu novela explora la figura de Eudocio Ravines, un nombre que en los últimos años se ha establecido como protagonista literario.

Es imposible no usar el adjetivo novelesco cuando hablamos de Ravines. Su vida es una veta de oro para imaginar una novela: sus peripecias, sus viajes, sus transformaciones ideológicas, sus decisiones políticas en los primeros años del Partido Comunista Peruano y el Frente Popular en Chile. Al escribir Los espectros también pensé en Ravines como ese personaje ominoso que predomina en la literatura gótica del siglo XVIII en Inglaterra, un tipo de literatura que ha modulado mi visión del mundo. Curiosamente, Ricardo González Vigil comparó el Ravines de Los espectros con el Satán de El Paraíso perdido de Milton.1

Rafael Dumett proyectó una trilogía sobre Ravines, y la primera entrega, El camarada Jorge y el dragón fue Premio Nacional de Literatura en noviembre de 2024. Tu novela, que por fin empieza a circular impresa, recibió el Copé en 2023. ¿Qué te dice el hecho de que dos novelas sobre un mismo personaje obtengan estos reconocimientos?

Más allá de la coincidencia en el personaje, creo que cada uno tiene un proyecto literario muy diferente. Con la edición impresa de Los espectros 2 se podría trazar un diálogo con el trabajo de Dumett, por si alguien quiere comparar ambas novelas. En todo caso, el hecho de que Ravines haya vuelto a la palestra es fecundo para reflexionar y discutir sobre política, es destacable que dos novelas que han recibido dos de los premios literarios más importantes en el Perú se centren en la vida de Eudocio Ravines. Volver a Ravines puede ayudarnos a entender nuestra crisis actual. En la historia de nuestros fracasos políticos, Ravines ocupa un lugar especial, en tanto responsable de numerosos pactos y traiciones. Es un antecedente tutelar del terruqueo y de la derecha fascista que preponderan hoy en día. Ravines estaría riendo ahora mismo, sintiéndose satisfecho con este caos al que hemos llegado. Somos el país que Eudocio Ravines y los espectros tanto desearon.

En el discurso del Premio Copé aludiste a “Nocturno de Chile” de Bolaño

Porque en Nocturno de Chile, Bolaño cuestiona a quienes nunca dijeron nada en contra de la dictadura chilena: el cura Sebastián Urrutia Lacroix, que apoya a los militares sin ningún cuestionamiento; la escritora María Canales, que organiza veladas literarias en su casa, mientras en el sótano se oculta un centro de tortura; esto lo sabían muy bien quienes participaban en esas reuniones, pero prefirieron callar y seguir hablando de literatura.

Puntualmente dijiste que en Nocturno… encontraste “un camino para escribir una novela que pudiera saldar cuentas pendientes con generaciones anteriores”. ¿Cuáles serían las deudas pendientes en el Perú, en la escena social de tu novela?

La noción de deudas pendientes se basa en la dura crítica que Flores Galindo hace a sus coetáneos y colegas en su carta de despedida de 1989. Para la novela, pensé el personaje del historiador Alberto como un crítico de su generación intelectual. Primero, es un estudiante de literatura en San Marcos, pero luego decide estudiar historia como una forma mucho más concreta de comprender el Perú. Cuando años después se propone estudiar la vida de Eudocio Ravines, comprende que diferentes grupos intelectuales apoyaron a Ravines en sus argucias y complots. En la novela hay un claro ataque a la figura del intelectual que, de una u otra manera, ha participado de las crisis políticas que hemos vivido: aquellos que, de manera consciente, atacaron principios de democracia y justicia social o también aquellos abanderados de buenas intenciones que con tono moralista criticaron a políticos o presidentes hasta dejarlos desarmados, generando por lo general una catástrofe aún mayor. Lo que sucedió con el expresidente Pedro Castillo es un caso ejemplar de lo que estoy hablando. Considero que las generaciones intelectuales que nos anteceden no pudieron afrontar los conflictos que fueron forjando la crisis actual. Estoy pensando, principalmente, en el campo intelectual que emerge en la década de 1980, con la vuelta a la democracia. El historiador Alberto de Los espectros está basado en el talante combativo de Flores Galindo, en su relectura de José Carlos Mariátegui en un periodo en que la izquierda peruana estuvo a la deriva o fue incapaz de tomar decisiones políticas de modo efectivo.

Esta crítica, o para resonar con Mariátegui, este “proceso” contra las generaciones anteriores también está pendiente en el campo literario.

Yo no advierto todavía una crítica seria a generaciones anteriores, tal como sucedió en su momento con Mariátegui y Amauta en contra de la generación del 900. A casi 100 años desde la aparición del primer número de Amauta, creo que resulta indispensable marcar una toma de posición frente a un campo literario marcado por las argollas y donde algunos no temen apoyar posturas fascistas bajo el lema de la libertad. Es necesario retomar el debate sobre escritores andinos y criollos que surgió a inicios del 2000, no solo desde criterios estéticos, sino también desde marcos ideológicos. Pienso también en Poderes secretos de Miguel Gutiérrez, que Ricardo González Vigil identifica como una influencia de Los espectros. En esa novela, Gutiérrez habla de una secta garcilasista que detenta un poder simbólico que beneficia solo a sus miembros.

¿Dirías que eso se refleja en los proyectos de escritura que circulan actualmente?

Creo que vivimos en un contexto en que se aspira a despolitizar la ficción, en el que se habla de no mezclar los mundos literarios con cuestiones políticas. Esto quedó clarísimo con el fallecimiento de Mario Vargas Llosa. Numerosos comentarios destacaron únicamente su talento intelectual, su conocimiento sobre cómo construir novelas y se invisibilizó la dimensión política de su obra, especialmente entre los sesenta y los setenta. En ese desbalance a favor de lo literario se evita pensar en proyectos políticos, en el panorama ideológico.

Y desde tu novela, ¿cómo te ubicas respecto a esa salida?

Creo que Los espectros no refleja una escritura neutral, sino que abraza firmemente una ideología. Traté de escribir una novela de raíz política, analizando los fracasos de la izquierda peruana y, al mismo tiempo, haciendo un proceso —en el sentido mariateguiano— a quienes causaron nuestro caos político.

Decías que tuviste en Alberto Flores Galindo, a quien dedicas la novela, el modelo para el personaje del historiador, Alberto. Me parece que en ese uso se sugiere una suerte de conciencia moral, pero también podría hablarse de un fracaso.

Alberto es un personaje que concebí a partir del trabajo de Alberto Flores Galindo. Desde que leí sus textos, sentí que Flores Galindo se distancia de un modelo elitista de intelectual, pues buscaba que sus trabajos tuvieran alcance político a gran escala, que sus ideas tuvieran una resonancia amplia en los debates políticos del momento. Actualmente, siento que los grupos intelectuales se limitan a hablar dentro de sus propios cenáculos.

El Alberto de la novela trata de revelar la verdad sobre Eudocio Ravines y los espectros más allá del cálculo del beneficio propio: no investiga para obtener un ascenso o para que sus colegas reconozcan su talento, ni para que lo inviten a dar conferencias en el extranjero. Es un trabajo que él concibe como una manera de entender su propio país, una alusión al compromiso mariateguiano por comprender el Perú, por encontrar soluciones, si bien desde un plano académico. En todo caso, el Alberto de la novela estaría muy lejos de decir que debemos hacer algo, para luego afirmar que no sabe exactamente lo que debemos hacer. No está signado por la confusión, el miedo, o las tentaciones del ego. Cuando presentamos la novela en la Casa Museo Mariátegui, el intelectual quechua Manuel Cuipa reconoció que Alberto forma parte de esa minoría que trata de desafiar el poder de los espectros.

Y sin embargo, no solo en lo político, también en lo personal está marcado por el fracaso.

Sí, está divorciado, ha perdido el contacto con su hija, sus colegas no lo respetan, y su único refugio es tomarse unas cervezas con Palacitos. A pesar de eso no se dispersa y centra todo su conocimiento para poner en evidencia los secretos de Ravines. Es su forma de encontrar soluciones y, a la vez, este intento se convierte en otro fracaso. El destino final de Alberto refleja la muerte de Flores Galindo. Estoy convencido que, de vivir muchos más años, Flores Galindo hubiera sido una guía, un aliento, para mantener el temple combativo del campo intelectual. En su carta de despedida, Flores Galindo decía que “pasar cuarenta años en este país es haber hecho demasiadas transacciones, consentimientos, silencios, retrocesos”.3 Siento que esas palabras siguen vigentes en el campo intelectual peruano, hoy más que nunca.

La rabia y el sarcasmo son dos elementos que el Jurado del Copé destaca al premiar la novela. ¿Estás de acuerdo con esos énfasis?

Yo diría que tanto como la rabia o el sarcasmo, la desilusión es un componente clave en Los espectros. Tuve mayor claridad de esto cuando leí la reseña de Cesar Augusto López 4, donde hace notar que mi Palacitos tiene vínculo con el Palacitos de Los ríos profundos. Esto me llevó a releer el texto de Arguedas, la escena en que Palacitos ayuda a Ernesto, dándole dos monedas de oro para que pueda escapar. Es un pasaje conmovedor cuando Ernesto recuerda: “Palacitos, el ‘indio Palacios’, como solían llamarlo a veces los soberbios, y los enemigos, hizo rodar hasta mi encierro las monedas de oro que me harían llegar a cualquiera de los dos cielos.” La ternura y nobleza del Palacitos arguediano me hicieron pensar en un Palacitos totalmente opuesto: un Palacitos sumergido en la mafia, atento a todo plan maligno, inclinado a la corrupción, el rencor y la traición. Finalmente, este tema del sarcasmo no debe dejarse de lado, allí están las escenas exageradas, delirantes, pantagruélicas, las cuales pueden resultar absurdas para un tipo de audiencia. Mi fervor por la novela gótica debe haber contribuido para escribir una novela que algunos podrían catalogar de inverosímil.

¿Podrías formular el sentido de la ‘traducción purpurada’, que propones como una poética de la novela?

Mi propuesta de una traducción purpurada es una forma de tributo a traductoras y traductores que admiro, a quienes tengo como referencia en mi trabajo como traductor, y que incluyo en mis clases: Wendy Call, Arthur Dixon, Paul M. Worley, Denise Kripper, María Constanza Guzmán, Olivia Lott, Leticia Goellner. Es un intento de trazar afinidades entre la traducción y la escritura creativa. La noción de traducción purpurada la tomé de ‘A palavra vermelha de Hölderlin’, un ensayo de Haroldo de Campos sobre las traducciones que hizo Friedrich Hölderlin de las tragedias de Sófocles, que en su momento se consideraron fallidas, una prueba de demencia antes que de talento. El que Hölderlin no realizara traducciones literales, para de Campos –como lo fue en su momento para Bertolt Brecht o Walter Benjamin– condensa un mérito artístico, demuestra la capacidad creativa del traductor. A través de palabras que parecen inadecuadas, exageradas, tergiversadas, Hölderlin alcanza la esencia del mundo trágico de Sófocles, expresa con violencia los conflictos de Agamenón y Antígona. Lo que llamo traducción purpurada es una traducción como las que hiciera Hölderlin, quien fue aparentemente infiel al texto original, pero que preservó la potencia, la fuerza del texto original. Este criterio fue clave para escribir sobre Eudocio Ravines.

¿En qué sentido?

En que no me interesaba ser fiel a los hechos, decir una fecha exacta de nacimiento o la hora precisa de tal encuentro. Siento mucha desconfianza hacia esos recorridos literarios que quieren mostrar donde vivió Eielson o qué calles recorrió Ribeyro. Mi idea de una traducción purpurada es la continuidad de un criterio del que estoy convencido: más allá de nuestra vida oficial, siempre tenemos una vida secreta, un resquicio secreto a donde nadie entra, del que nadie sabe, un mundo siempre fugitivo.

Ese lado no revelado, esquivo a la investigación y a la disciplina de archivo es un hilo del que ya has tirado en tus cuentos, que pueden pensarse como antecedentes. Es una fórmula presente en tus cuentos “El último sortilegio de Fernando Pessoa” o en “El extraño caso del Sr. Panizza” 5

Siempre me sorprendió que los mejores especialistas en Pessoa —me refiero a Richard Zenith y Jerónimo Pizarro– no ahondaran en la relación entre Pessoa y el satanista Aleister Crowley. Ese silencio me estimuló a inventar qué pudo haber sucedido entre ellos. Tampoco encontré información convincente sobre la muerte de Valdelomar, más allá de la versión oficial que se encuentra en los libros, a veces con un tono exagerado, como el de Luis Alberto Sánchez en Valdelomar o la Belle époque. Ese misterio fue el impulso para escribir El extraño caso del Sr. Panizza, inventando una otra vida de Valdelomar con la mayor racionalidad y verosimilitud posibles, a través del uso de citas y pies de página.

Un punto de partida recurrente es la insuficiencia de la aproximación de archivo.

Nunca he confiado en una noción racional del archivo. Hace poco escribí un artículo sobre la novela Muchas veces dudé de Luis Nieto Degregori, que ofrece una retrato de la vida de Guaman Poma de Ayala. Allí formulo mi noción crítica de la historia como disciplina. No vas a descubrir la verdad de un alma en la materialidad del archivo; por más que te esfuerces en trazar todos los datos cronológicos de una vida, siempre habrá elementos que no podrás conocer. Quienes quieran encontrar en mi novela información exacta sobre Ravines se sentirán decepcionados. Desde un comienzo, decidí que no escribiría Los espectros siguiendo la biografía de Eudocio Ravines.

Lo que no quiere decir que no tuvieras un proceso de investigación sobre Ravines.

Por mi formación y mi trabajo, paso la mayoría de mis horas leyendo, revisando documentos, visitando bibliotecas, cotejando bibliografías, cumpliendo con lo que te exigen las revistas indexadas. Usé todo ese entrenamiento y experiencia académica en la elaboración de Los espectros. Leí todos los libros sobre comunismo latinoamericano en la Bizzell Library en The University of Oklahoma, revisé la bibliografía sobre el Aprismo, sobre el debate entre Haya y Mariátegui, cotejé casi todo lo escrito por Mariátegui. Para crear a los personajes de Haya de la Torre y Mariátegui tuve que leer muchos de sus textos publicados en los años veinte, registrar su estilo. Revisé el archivo de Magda Portal en la University of Texas en Austin. Digamos que hice mi tarea de buen alumno.

Lo de Magda Portal va más allá del uso de fuentes, teniendo en cuenta que le dedicas la novela.

He dedicado Los espectros también a Magda Portal. A Portal, algunos la conocen más como poeta, en desmedro de su faceta política; ella, que había sido figura clave en la historia APRA, puso luego en evidencia que el APRA ya no era un partido revolucionario. Allí están sus declaraciones ante el Tribunal de Potao de 1950 6 y su novela La trampa de 1956, que es un retrato de la decadencia de Haya de la Torre, donde se percibe el peso de la desilusión que sintió al ver cómo un amigo admirado se convertía en un ser corrompido. La trampa debe ser una lectura obligatoria para no olvidar las culpas y errores apristas. Allí también encontré una fuente para confrontar a Ravines y su estirpe política.

Tengo entendido que Portal es una figura que seguirás trabajando desde la ficción.

Así es. Días antes de enviar la novela al concurso, decidí retirar un capítulo dedicado a la tensa relación de Portal con el APRA. Ese capítulo no ha quedado en el olvido, sino que será clave para una segunda parte de Los espectros que se ambienta principalmente en el Chile de los años treinta y cuarenta. Después de mi último viaje a Lima en mayo, siento que Magda Portal me ha estado enviando señales para escribir sobre ella, así que ese camino ya está trazado.

Volvamos a la noción de traducción infiel y al sentimiento de desconfianza hacia el archivo. En ese cruce, ¿cómo ves esta tendencia en cierta narrativa de usar la historia nacional como una suerte de magma de la ficción? Lo pienso en contraste con eso de que ‘la novela construye su propio universo’.

He hablado de una desconfianza hacia lo histórico. Sin embargo, al mismo tiempo, mi novela se centra en un período esencial de la historia peruana: el Perú en la década de 1920, el surgimiento de Haya y Mariátegui como líderes políticos, su enemistad sin solución, la muerte de Mariátegui y el surgimiento de Ravines como secretario general del Partido Comunista Peruano. En ese sentido, mi concepción de una novela que bebe de la historia sigue el camino de Changó, el gran putas, del escritor afrocolombiano Manuel Zapata Olivella, uno de los mejores textos que he leído en mi vida, un modelo para narrar experiencias históricas más allá de lo real o lo racional. Allí aparecen, al lado de los personajes humanos, los orishas africanos, que hacen sentir su poder en cada sublevación afrodescendiente; es notable el capítulo dedicado a la Revolución de Haití. Otras influencias fueron la novela Cherrufe = Bola de fuego de la escritora mapuche Mariela Fuentealba Millaguir y Cecilio Chi’ del escritor maya Javier Gómez Navarrete. Ambos textos subrayan que la historia también está constituida por presencias no humanas, espíritus ancestrales, animales sagrados.

¿Tiene sentido hablar de Los espectros como novela histórica?

Los espectros se nutre de la historia peruana sin ser una novela histórica en un sentido objetivo y realista; es un texto que busca entender los proyectos que quedaron truncos, los fracasos, las argollas, los pactos bajo la mesa, las traiciones que nos han conducido a nuestra hecatombe del día presente. Enfocarse en la década de 1920 es una forma de problematizar la crisis política que vivimos actualmente. Yo escribí Los espectros recordando el llamado que en los dos mil hacía el filósofo Juan Abugattas sobre el futuro del Perú: “aquí estamos frente a plazos perentorios y exigencias inmediatas.” 7

Footnotes

  1. Ver la emisión del 20 de mayo de 2025 del programa COPErsaciones, en la cuenta de Facebook del Centro Cultural Petroperú.

  2. La versión digital de la novela está disponible en la Biblioteca Virtual de Petroperú desde septiembre de 2024. La versión impresa se presentó en abril de 2025.

  3. La carta de Alberto Flores Galindo puede consultarse en el repositorio digital de la Universidad Católica.

  4. La reseña de López, titulada Los Espectros: Indagación sobre las sombras o cómo novelar desde las profundidades fue publicada en la plataforma Huancayork Times en marzo de 2025.

  5. Ambos cuentos obtuvieron reconocimiento en ediciones anteriores del concurso literario de Petroperú: El extraño caso del Sr. Panizza, una mención honrosa en 2020 y El último sortilegio de Fernando Pessoa, el Premio Copé de Plata en 2022.

  6. Ver el folleto: ¿Quiénes traicionaron al pueblo” en el Centro de Documentación del Sistema de Bibliotecas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

  7. Abugattas, Juan. Indagaciones filosóficas sobre nuestro futuro. Fondo editorial de la UNMSM, 2005, p. 21.

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Sobre “Ficciones de la Antropología peruana. De indios, campesinos y cholos”, de Pablo Sandoval.